Exposición HILARIO - Sala de Arte Ermita de San Antonio

José Rosales y Tomás Pérez-Esaú



     El 9 de mayo se inauguró en la Sala de Arte Ermita de San Antonio (Tías) la exposición "Hilario" exhibida con anterioridad en otros municipios de la isla como Teguise (Convento de Santo Domingo) y Yaiza.
Se podrá visitar hasta el 1 de junio en horario de martes a sábado de 18 a 21,30h.


Antonio Corujo
 Una muestra que combina arte y poesía. El artista José Rosales es el autor de una serie de obras en las que prevalece la sensación de serenidad y espiritualidad en las diferentes situaciones que su autor representa. 
Se incluyen textos simbólicos de Sergio Domínguez-Jaén relacionados con "El lugar del monje". 
Los poemas "Jaicus para Hilario" nacen de la sensibilidad de Tomás Pérez-Esaú. El acto contó con la intervención de Antonio Corujo que demostró una vez más su gran maestría recitando y tocando el timple.

El lugar del monje

El monje salió de la abadía y buscó un lugar para el nuevo novicio que le había pedido misericordia, recordando así a los antiguos monjes contemplativos que tenían en sus meditaciones esta palabra como llave pra la oración sublime.
El día gris, brumoso en aquella altura de riscos caídos y barrancos como heridas de la tierra - siempre buscaban los monjes la altura y la soledad quizá huyendo del abismo del mundo -. Ladeó un muro de piedra lleno de tuneras y pitas y a a rente del precipicio eligió un lugar que funcionara como un vomitadero: todos los iniciados tendrían que vomitar todo lo que traían cosido al alma y regurgitar la razón para la enseñanza básica del proceso.
Reinaba mucha concentración extramuros de la abadía sobre los términos que se empleaban para definir las prácticas que ancestralmente llevaban realizando los monjes de todo el mundo, sin diferencias entre las distintas formas de concebir la espiritualidad y vivir el espíritu, si bien, la espiritualidad occidental, que había empezado como práctica oriental, fue despacio, latente, de a poco, como tanteo, convirtiéndose en encomienda de la tradición y enriqueciéndose con las formas y la simbología propias de la otra parte del mundo, menos platónica e idealista.

Meditación venía a significar forma o herramienta mental con la cual la racionalización se volvía transparencia y deseo votivo de unión con la naturaleza. No era así como había entendido el tonsurado nuevo la meditación, la abstracción de un método que lo había llevado a ninguna parte: la contaminación y la polisemia que se dio a este concepto se detuvo en la expresión mundana, donde meditar es pensar o reflexionar sobre algo, algún hecho o sobre sí mismo. El que llegaba a las puertas de la abadía sabía que era bien recibido, pues el hospedaje, la hospitalidad hacia el peregrino, era lo primero que se debía hacer con el que pedía posada con el polvo del camino, la lluvia, el barro, el frío o la canícula del verano. Allí delante de uno mismo se extendía el follaje de piedra, el arenal de jable, la inhóspita circulación de la lava formando países sin cultivo, regiones marcadas por las sombras donde a cada minuto la luz construía rostros nuevos y emergentes, oscuros, duros, agudos, hirientes en la imaginaria soledad del Hilarión.
Sala de Arte Ermita de San Antonio
Siguiendo la tradición, se le daba agua y sal, se le lavaban los pies y se le invitaba luego a un baño completo como señal de purificación y bienvenida a la casa de san Hilario de Piedra Risco. Antiguamente, el peregrino que observaba a lo lejos una cruz en una elevación del camino o en la altura de un monte, de un peñasco, sabía que entraba o se encontraba en tierra de cristianos y que de algún modo se encontraba seguro espiritualmente; pero otros nómadas salían corriendo por temor a que los señores feudales - que tenían la misión de prender a todo aquel que no siguiera la doctrina cristiana ni que recayera en él la más mínima sospecha de herejía - los prendieran a la cadena y a la fe por la fuerza.
El iniciado veníase de aquel otro paisaje de latifundios, bordeados por campos inmensos de sementeras y frutales, viñas y tubérculos; se alzaban los conventos, abadías y monasterios en lugares singulares del terreno, junto a ríos o riachuelos, pozos o canales, con sus enormes iglesias y sus espadañas divisadas a kilómetros, sus huertos interiores, sus tapias y sus cementerios que los mismos monjes cavaban para su descanso definitivo.
Por fín halló el lugar adecuado y se sentó, puso las manos en las rodillas, tensó la espalda - era técnica antigua que por la columna vertebral pasan todas las ramificaciones nerviosas, todas las redes neuronales - e inclinó la cabeza suavemente en posición de respeto y concentración, cerró los ojos ligeramente, los labios entreabiertos, y pegó la lengua al paladar. Empezó a respirar sin pausa, cadenciosamente y casi fue muriendo en el horizonte, molturando el aire que respiraba con el jable que pisaba, cayendo despacio en la mayor de las turbaciones. Oyó en su interior la llamada del abad que le dijo: "Cuando en tu mente se fundan el horizonte y tus pasos, estarás en el camino del conocimiento numinoso". Entaliscose, quedose vacío, dio tres veces tres pasos y cayó al vacío de su propio vuelo.


1 comentario:

  1. Muy bueno, Syra. Da gusto leer tus crónicas siempre. Hacía días que no entraba aquí, porque he andado muy ocupada. Un fuerte abrazo desde Madrid, Asun.

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