Las intermitencias de la muerte


Hoy, día 2 de noviembre, Día de Difuntos, es una fecha idónea para hablar de "Intermitencias de la muerte", una novela escrita en 2005 por José Saramago, Premio Nobel de Literatura 1998. 
La tradición acerca a los fieles a las iglesias para orar por las almas de los muertos en su anhelado descanso eterno y a los cementerios para depositar ofrendas florales. También es un buen momento para reflexionar sobre los epitafios allí existentes. 
Como vivo en Lanzarote y no puedo ir físicamente a los sacrosantos lugares en los que mis predecesores se encuentran (Granada, Barcelona, Ávila, Madrid … ) me limitaré a dedicarles el resumen y análisis de esta brillante parábola del escritor portugués José Saramago. Y gracias a la literatura, que permite soñar otras realidades e inventar ficciones, pensaré que la música, su mágica armonía y el amor de esta obra nos une en la misma sintonía. Por unos instantes creeré que la muerte detiene su implacable orden y se enamora de un violonchelista o por qué no de un pintor salvándolo de su injusto destino ¿Dónde estaba aquel sobre violeta, padre?  

La novela comienza con un epígrafe del libro de las Previsiones que dice:
“Sabremos cada vez menos qué es un ser humano”

José Saramago crea una fábula en la que la protagonista es la muerte quien decide dejar de matar en un país durante casi siete meses, un periodo en el que la sociedad experimenta desconcertada en qué consiste la inmortalidad, es decir, “vivir siempre”.
La entrada en un nuevo año marca el inicio de una etapa en la que nadie parece dispuesto a morir en los hospitales ni a necesitar ya de medicinas. El gobierno no sabe explicar el origen de este fenómeno definido como “no alarmante” pero que, sin embargo, desencadenaría complejos problemas sociales, económicos, políticos y morales. La iglesia afirma que sin muerte no hay resurrección y entonces tampoco iglesia. No es lo mismo estar postrado en una cama agonizante que morir, siendo la persona triunfadora de la muerte y alcanzando la gloria eterna de los cielos. El estado tratará de sobrevivir aunque aparecen las primeras señales de descontento como las empresas funerarias temiendo por la ruina del sector, los directores y administradores de los hospitales con un gran número de internados que finalmente serán entregados a sus familiares mientras se sigue investigando en las causas misteriosas de la desaparición de la muerte. Es cierto que habrá más personas de edad en los hogares y más personas ocupándose de ellos.
Otra amenaza es la de las compañías de seguros con cancelaciones de pólizas e incluso petición de devoluciones. Se sugiere fijar la fecha del octogésimo aniversario para cobrar el  montante íntegro del seguro con una posibilidad de renovación de contrato por otros 80 años. Un pacto entre caballeros. Los filósofos se reúnen para reflexionar sobre un futuro sin muerte.
En familias rurales se determina llevar al pariente a morir al otro lado de la frontera y así engañar a la muerte. La noticia vuela y la afirmación de la degradación de los valores tradicionales. Se consolida una maphia que es la que se encarga de los suicidios. El estado pretende crear una campaña de publicidad motivando a la población a que se quede con los enfermos terminales en sus casas, induciendo al arrepentimiento y haciendo a las personas más solidarias, abnegadas y compasivas que hasta hace poco eran sólidos fundamentos.
Saramago nos señala una lección moral por medio de una fábula en la que el corazón bondadoso de un niño de 8 años será el que nos haga comprender la falta de humanidad con nuestra propia familia. Nos presenta un anciano cuyos temblores de manos hacen que se le caiga la comida y ensucie la mesa, lo que lleva finalmente a dejarlo en el exterior con un sencillo cuenco. Su nieto comenzará a dar forma a un trozo de madera con la idea de hacer un cuenco también para su propio padre ya que supone que cuando se haga mayor tendrá los mismos temblores. Este hecho hará ver al padre del niño su egoísta actitud pidiéndole perdón a su progenitor y cuidándolo desde entonces con sumo cariño.
Un sobre violeta, sin dirección de destinatario o remitente en la mesa del director general de la televisión, y aparecido de manera misteriosa, es el desencadenante de un ataque de pánico. Es un manuscrito de la muerte. Se solicita una urgente conversación con el primer ministro quien decidirá que se lea el comunicado oficial a las 21:00 h. Así se hace, explicando a la población que daba un plazo de una semana a partir de la medianoche para que los enfermos arreglaran los asuntos pendientes y finalmente morirían. Las empresas relacionadas celebran la noticia y se ponen a trabajar. Hay 62.580 moribundos comunes en espera del feliz ocaso.
Durante esa semana la muerte avisa por carta a cada una de las personas que van irremediablemente a fallecer para que aprovechen lo mejor que puedan el tiempo restante. Se llegó a la conclusión de que la muerte era una mujer hermosa rondando los 36 años.

Y ahora la narración de José Saramago nos introduce una historia de amor. Una carta es devuelta al remitente desconcertando a la muerte quien piensa que se debe a un simple accidente en el camino. No obstante, será por segunda vez devuelta lo que inducirá a creer en un obstáculo o en la existencia de una fuerza ajena, misteriosa e incomprensible. La muerte comprueba los datos que corresponden con un violonchelista soltero de 49 años y que, desacreditando al destino, acababa de cumplir los 50. Se enfada y decide ir a la ciudad para conocer al violonchelista. Entra en su casa, se acerca al dormitorio donde duerme con su perro, lo ve levantarse a beber agua y reanudar su sueño.
La muerte consulta el expediente del violonchelista y vuelve a enviar la carta por cuarta vez. Regresa enseguida y decide tachar la fecha de nacimiento variándola un año más tarde. Es la máxima autoridad a pesar de la reticencia de la guadaña. Desde ese momento la muerte se convierte en la sombra y casi en el aire que el violonchelista respira. Lo observa ensayar, lo acompaña en sus paseos por el parque y hasta regresa con él a su casa. Le pide incluso a la guadaña que la sustituya una semana en el envío de las cartas a través de órdenes mentales y se transforma en una mujer.
Se dirige al teatro en taxi y saca entradas para dos palcos de primera; su deseo es presenciar dos conciertos que tienen lugar jueves y sábado. Lo siguiente es encontrar alojamiento cerca de la casa del músico, de modo que hace la reserva en una agencia de viajes. Llega al hotel y se registra con el objetivo de quedarse una semana para realizar compras.
La muerte asiste al concierto, mira al violonchelista y él se fija en ella. Comienza a tocar un solo como si se estuviera despidiendo del mundo. El público lo aclama. Ella lo espera en la puerta de artistas y cogen el taxi juntos de regreso. El músico siente que es una mujer extraña y de gran firmeza. Le cuenta que tiene una carta para él y el músico se sorprende de que sepa tanto de él sin haber coincidido antes. Se baja del taxi y ella continúa su camino al hotel. Lo llamará por teléfono sorprendiéndole en la noche y quedará para el concierto del sábado. Sin embargo, ese día el palco está vacío.
La mañana siguiente el violonchelista saca al perro a pasear. En el parque ve a la mujer que había faltado al encuentro del segundo concierto sentada en un banco. Vestía de forma diferente. Ella se disculpa y el músico confiesa que se ha enamorado aunque cree que ha estado jugando con él, de modo que le pide la carta, pero ella le dice que se la ha dejado en el hotel. Enseguida desaparece y el músico pasa una larga y triste tarde.
A las 11 de la noche suena el timbre. Es la mujer del palco quien además le pide toque la suite número 6 de Bach al violonchello. Tras la interpretación se acuestan, él se duerme. La muerte saca la carta de color violeta del bolso, enciende una cerilla, la quema, vuelve a la cama, se abraza al hombre y siente que la invade el sueño. Al día siguiente no murió nadie.
 
Ideas
  • La desaparición de la muerte no es la suprema felicidad.
  • Caos político y social: la vejez eterna
  • La muerte es fundamental para el equilibrio de la naturaleza.
  • La religión; necesita de la justificación de la muerte para existir.
  • Ficción y realidad
  • Comprensión: la muerte reconoce su error de haber quitado la vida a las personas a traición, sin aviso previo:
    1. sin decir agua va, una indecente brutalidad sin tiempo a veces para hacer testamento. 
    2. mandaba una enfermedad pero los seres humanos esperan siempre librarse de ellas
  • Ironía: la muerte da un plazo de una semana para que se haga testamento, se diga adiós a la familia, se pida perdón por el mal hecho o se haga las paces con el primo al que no se ve hace 20 años.
  • Dignidad: una forma de altivez al alcance de todas las clases.
  • Humanidad: la fábula del cuenco de madera que lleva a la verdad.
  • Reflexión: la muerte, por sí misma, sola, sin ninguna ayuda exterior, siempre ha matado mucho menos que el hombre.
  • Poder: la muerte reúne toda la autoridad.
  • Amor: La muerte nunca descansa a excepción del día en que siente el amor por el violonchelista. Incluyo enlace de una entrevista muy completa realizada a José Saramago el 23 de noviembre 2008. Su título: "No me hablen de la muerte porque ya la conozco": http://ow.ly/eXlFh  

2 comentarios:

  1. ¡Buenísimo, Syra! Una crónica preciosa, sentida, muy sentida y muy inteligente. Muchas gracias por recordarnos todo lo que habitualmente olvidamos. Un beso. Asunción.

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  2. Excelente trabajo. Un puntual y exhaustivo análisis de este estupendo libro.Nos llevas de la mano a recorrer sus maravillosos pasajes. Gracias Syra, muchas gracias. Susana.

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"Para mi la escritura es un camino espiritual" (Rosa Montero) "Viviendo rodeados de señales, nosotros mismos somos un sistema de señales"(José Saramago) "Sólo cabe progresar cuando se piensa en grande, sólo es posible avanzar cuando se mira lejos" (Ortega y Gasset) "Concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las que sí puedo y la sabiduría para establecer esta diferencia" (Epicteto) "La ingratitud es el precio al favor inmerecido" (Ignacio Manuel Altamirano) "Se viaja para contemplar con los propios ojos la ciudad apetecida y saborear en la realidad el encanto de lo soñado" (Marcel Proust) "Pero cuando nada subsiste ya de un pasado antiguo, cuando han muerto los seres y se han derrumbado las cosas, solos, más frágiles, más vivos, más inmateriales, más persistentes y fieles que nunca, el olor y el sabor perduran mucho más, y recuerdan, y aguardan, y esperan sobre las ruinas de todo, y soportan sin doblegarse en su impalpable gotita el edificio enorme del recuerdo"

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