Testimonio vital - Manuel González Barrera


Introduciendo mis párpados
por la intolerable luz
de mi corazón,
allí donde crecen las palabras
como una serpiente ciega,
allí donde galopa el arco iris
buscando los colores.

¿Quién deslumbró mi tejido ensangrentado
y  hasta cuándo la muerte
puso sus huevos oscuros
entre mis latidos?

No siendo aquel que fui
y sin dejar de ser yo mismo,
a pesar de las trampas
que fue poniendo la vida
en mi camino.
¿Soy quien fui o quien seré?
¿Soy quien quiero ser
o solo el desenlace fatal de un poema?
¿Es acaso mi vida un hilo de luz
que esconde su miseria
en cafeteras silenciosas
y oscuras?

No sé si el poema acaba con el poeta.

Hoy, ya viejo,
quiero regresar a mi infancia,
volver al nido
donde el olor de la tierra
es tan tierno como un junco.

He de blanquear las paredes,
habitable la luz,
hacer visible el camino .
Todo lo abandono,
Las ropas en los arcones,
los juguetes en el trastero,
los pájaros en sus ramas,
los ojos en el bolsillo
el corazón en el otro bolsillo.
Todo lo abandono,
ligero de equipaje,
menos a Carmen,
compañera,
que sigue aquí conmigo,
plantando el amor cada día,
coleccionando fotos,
para la memoria compartida.
Pero no renuncio al café mañanero de Carmen,
el “hasta luego” de Carmen,
porque sé que volverá.
Volverá cuando el día
columpie sus números
en el atardecer.
Volverá al calor del sofá,
al calor de la mirada
en la unidad bilingüe de los ojos.

La luz irrumpe con su llegada
Iluminando los recuerdos
y las esquinas.

Presiento que es la hora del recuento
y nada importante dejaré
a la intemperie del camino,
a la voracidad de los cuervos.
Quiero mis brazos
para seguir abrazando.
Quiero mis ojos, espadas,
para seguir horadando la oscuridad.
Quiero mis pestañas
para  amansar el sueño.
Quiero mi dedo índice
para seguir apuntando la injusticia.
Quiero mi alma
y su rostro gemelo.
Quiero mi esófago
Para digerir mis dos colmillos.
Quiero mi desorden
para ordenar mis sueños.
Quiero mi maldad
para maldecir
a los que incuban el odio.
Quiero mis puertas y mis ventanas
para darle salida al viento.
Quiero mis pañuelos
para adornar mis despedidas.
Quiero un trozo de tierra
Para abonar el amor
y  darle vida a los gusanos
que devorarán inevitablemente
mi muerte.
Quiero un trozo de tierra húmeda
para darle raíces a mi pueblo.
Quiero dormir, morir
cogiendo con mis manos
el humo y las enredaderas.
Quiero que entiendas Vallejo
que tu cucharita amada
es también mi cucharita amada
y hoy los húmeros,
me he puesto a las malas,
y mis vértebras desquiciadas
siembran el desorden en mi cuerpo.

Quiero a los míos, verdaderamente míos,
mis hijos, mis nietos, mi familia,
Carmen de nuevo, siempre.
Quiero a los amigos
Como un oloroso pan caliente
En las tahonas del amanecer,
Juan, María, Félix, Pedro, Daniel, Miguel,
Gorgonio, Gorgonio, ¿por qué
te fuiste despacio sin avisarme?
¿por qué te apropiaste del silencio
y nos dejaste sin palabras, mudos?

Por último,
a todos los confesores de tinieblas
que sembraron
mi vida de bombas de relojería,
cuando llegue mi hora,

¡dejadme en paz!

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"Para mi la escritura es un camino espiritual" (Rosa Montero) "Viviendo rodeados de señales, nosotros mismos somos un sistema de señales"(José Saramago) "Sólo cabe progresar cuando se piensa en grande, sólo es posible avanzar cuando se mira lejos" (Ortega y Gasset) "Concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las que sí puedo y la sabiduría para establecer esta diferencia" (Epicteto) "La ingratitud es el precio al favor inmerecido" (Ignacio Manuel Altamirano) "Se viaja para contemplar con los propios ojos la ciudad apetecida y saborear en la realidad el encanto de lo soñado" (Marcel Proust) "Pero cuando nada subsiste ya de un pasado antiguo, cuando han muerto los seres y se han derrumbado las cosas, solos, más frágiles, más vivos, más inmateriales, más persistentes y fieles que nunca, el olor y el sabor perduran mucho más, y recuerdan, y aguardan, y esperan sobre las ruinas de todo, y soportan sin doblegarse en su impalpable gotita el edificio enorme del recuerdo"

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