Paraíso inhabitado - Ana Mª Matute

"Nací cuando mis padres ya no se querían"

Portada
El inicio de "Paraíso inhabitado" (Destino, 2008) nos anticipa una historia de difícil convivencia contada por Adri, una niña que prefiere mantenerse al margen del mundo de los adultos, a los que llama Gigantes.
Infancia marcada por la ausencia de su padre, Germán, tras la inesperada separación conyugal, y la presión constante de la figura materna cuya anhelo es que se parezca a su hermana mayor, Cristina, distinguida por su buena educación y carácter dócil.
Adri se cría al calor de su querida Tata María y la cocinera Isabel, tomando como hábito el escondite en el cuarto de la plancha para escuchar sus conversaciones llegando a compartir incluso secretos como el que le produce "calor en el corazón". Una niña considerada rara por sus actitudes en el colegio que encuentra su alma gemela en el vecino ruso de cabellos rubios y mirada angelical, Gavi, hijo de una bailarina. Con él vivirá experiencias inolvidables: lecturas en voz alta, sueños y una desbordante imaginación, siempre al abrigo del personal de servicio con el que mantienen un vínculo muy estrecho.
Los dos crecen en amistad, haciéndose inseparables, casi siameses. Solamente los periodos de enfermedad de la frágil Adri distancian sus encuentros que serán de nuevo retomados con la fuerza del cariño habitual. A pesar de las advertencias de la madre, que juzga de inapropiados sus juegos, se siguen viendo.
Ana Mª Matute
Ya en la clase de párvulos Adri se da cuenta que, como sus hermanos Fabián y Jerónimo le habían explicado, su organización interna se asemejaba a un ejército. Debía obedecer. Hubo llamadas de atención a su conducta y su madre decidió avisar a la tía Eduarda con la que manifestaba una gran sintonía. Era consciente de que su sobrina tenía otro lenguaje y además puntos en común. Con motivo de su Primera Comunión le regaló un teatro de guiñol. El objetivo principal consistía en poder esconderse detrás y hacer lo que más le gustase. Sabía que, como ella, pertenecía a la "rama normanda". Se sentían bien juntas. Adri se inundaba de paz y libertad. No era la niña huraña, arisca y muda sino la observadora, discreta y curiosa con la que su tía hablaba de temas más serios como la separación de sus padres. Sin ella volvía al abismo de la soledad y al convencimiento de su señalada maldad en el colegio Saint Maur donde la Tata María 
"la abandonaba tras la verja de altas lanzas negras, hirientes y amenazadoras".
Un incidente con Margot en la comida, alumna que a veces la humillaba, detonó en casi un consejo de guerra en el hogar. Su madre la acusó de quitarle a la compañera el postre y la castigó en el Cuarto Oscuro. Sin embargo, apenas se cerró la puerta tras su espalda, una oscuridad amable, podría decirse que protectora la rodeó. 
"Allí nadie la reprocharía nada, allí nadie le preguntaría nada, allí ella estaba sola, deliciosamente sola"
En sus recuerdos felices siempre estaba su padre, las salidas al Teatro "Cascanueces" y ya con 11 años a la Gran Vía donde representaban "Las Cruzadas" e "Historia de dos ciudades". Momentos que deseaba fueran eternos ...
"Yo no quiero ir a casa... yo quiero estar siempre en el cine, contigo... y en el cine". Después las cartas en las que su padre le decía. "Te quiero mucho, mucho, no lo olvides nunca".
Premio Cervantes 2010
Y llegó el amor adolescente. Adri confiesa estar enamorada de Gavrila. Comparte la habitación con su hermana Cristina quien le demuestra su afecto y protección dándole consejos. Los ratos de emociones con Gavrila en los que aprendía a volar con los patines o mirar las estrellas se acabarán de manera súbita por los terribles dolores de cabeza que padece el joven. Inexplicablemente fallece. Será su madre, la bailarina, quien desee sea ella quien conserve el cuento "El Rey Cuervo", el mismo que habían leído en el suelo, en un trocito de alfombra, y cuyo último capítulo era todavía una incógnita.
Teo, la persona que cuidaba de Gavrila, , le entregará a Adri una llave, antes de abandonar el piso.Comunica con la terraza que contenía todavía la ventana del cielo. Allí regresará a su mágico refugio donde se sentirá de nuevo como el gnomo de su infancia, escondida en el corazón de un tronco hueco. Y seguirá esperando. Esperando. Esperando.
El duro golpe recibido es agravado por la cercanía de los malos tiempos. Su padre y hermanos viven en Bruselas mientras una revolución se acerca. El colegio Saint Maur es transformado en Educación Femenina con aires menos religiosos. Adri es expulsada e irá a vivir con su tía Eduarda. Le explicará que oyó las pisadas del Unicornio y cómo aplastaba las hojas del bosque bajo las pezuñas. Los Unicornios nunca vuelven, aseveró la tía. Comienza la guerra civil española.


"Siempre he creído, y sigo creyendo, que la imaginación y la fantasía son muy importantes, puesto que forman parte indisoluble de la realidad de nuestra vida" (Ana Mª Matute, 1925-2014)
Una novela en la que su autora incide reiteradamente en la marcada carencia del padre
"A mi padre le veía poco. Alguna vez no lo recordaba bien, me había cogido en brazos y besado, cuando era aún muy pequeña" (pág. 28) y en la incomprensión del mundo de los adultos, extraños señores, Gigantes. En el gabinete, despacho, recibirá diversas reprimendas de su madre.
Los cuentos y las imaginativas historias salvan a Adri de su soledad cuyo referente es el Unicornio:
"Y entonces creí ver cruzar, tan blanco y reluciente como lo viera salir del cuadro que lo aprisionaba, al Unicornio (pág. 99)

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