En busca del tiempo perdido (Por el camino de Swann)

 


En busca del tiempo perdido es un relato con elementos biográficos de 
Marcel Proust (1871-1922). Recordemos que el escritor francés nació en el seno de una familia acomodada, su padre era médico y su madre una mujer judía de nivel cultural alto. 

En el primer volumen, “Por el camino de Swann”, Proust describe en su primera parte una época de su infancia marcada por la ausencia del cariño maternal. Con el corazón de un niño sensible manifiesta su angustia en múltiples ocasiones en las que necesitaba el beso de su madre cuyas obligaciones sociales o la autoridad de su padre (a quien parecían absurdos esos ritos) eran los que decidían si lo recibía o no.

-Vaya, pues, por fin me he dormido, aunque mamá no vino a decirme adiós- (pág.15)

La historia tiene su contexto en Francia, a principios del siglo XX. Proust evoca el lugar de residencia veraniega de sus abuelos, Combray, y la complicidad precisamente con su abuela que discrepaba  cuando en días de lluvia su padre le obligaba a leer en su cuarto, en vez de dejarle estar afuera y contemplar así la naturaleza en su estado puro.

-Lo que es así nunca se le hará un niño fuerte y enérgico...- (pág.21)

En época estival era frecuente la visita del señor Charles Swann, de religión judía, viudo, reputado coleccionista y crítico de arte. Su carácter reservado y discreto ocultaba en la conversación la relación con su segunda mujer, Odette de Crézy, de vida inmoral, una cocotte casi (pág.33) que gracias a su belleza había entrado en los salones de la familia Verdurin.

Proust describe con todo detalle sensaciones, olores, el sabor de las magdalenas mojadas en té o tila de su tía Leoncia, las personas, sus aficiones platónicas como el teatro y la magnitud de los recuerdos:

-Pero cuando nada subsiste ya de un pasado antiguo, cuando han muerto los seres y se han derrumbado las cosas, solos, más frágiles, más vivos, más inmateriales, más persistentes y fieles que nunca, el olor y el sabor perduran mucho más, y recuerdan, y aguardan, y esperan sobre las ruinas de todo, y soportan sin doblegarse en su impalpable gotita el edificio enorme del recuerdo. - (pág.63)

De manera sutil Proust también explica en tono íntimo el cansancio de su tía Leoncia y su negativa a salir de casa, preludio de ese gran abandono de la vejez, esa dejación que se puede advertir en las vidas que se prolongan mucho... (pág.175) y desgracias que se transparentan como la actitud huidiza del señor Vinteuil, profesor de piano cuya hija le había amargado sus últimos años de existencia. 

La referencia del escritor a la hipocresía en la sociedad es muy clara:

"Y entonces, y para que se vea cómo hasta los seres más sinceros tienen algo de hipócritas y al hablar con una persona se deshacen de la opinión que han formado de ella, para volver a decirla en cuanto se va..... (pág. 181)

Por otra parte, se observa la desconfianza que experimentaba Proust de niño en llegar a ser un escritor con talento:

"Desde aquel día, en mis paseos por el lado de Guermantes sentí con mayor pena que nunca carecer de disposiciones para escribir y tener que renunciar para siempre a ser un escritor famoso. La pena que sentía, mientras me quedaba solo soñando a un lado del camino, era tan fuerte que para no padecerla, mi alma, espontáneamente, por una especie de inhibición ante el dolor, dejaba por completo de pensar en versos y en novelas, en un porvenir poético que mi falta de talento me vedaba esperar. (pág. 215)

En la segunda parte, Proust narra los amores de Swann. Envuelto en poesía destaca el relato de la noche en París en la que el señor Swann acompaña a Odette en su carruaje. Ella lleva en la mano un ramo de catleyas (familia de las orquídeas), y tras una sacudida del caballo, él le pregunta si puede arreglarle las flores que se le han soltado del corpiño. La metáfora "hacer catleya" significa la relación erótica de Swann y Odette.  

Sin embargo, los celos pronto aparecen y Swann ve en la figura del señor Forcheville un posible rival desencadenando una obsesión por saber qué hace Odette en aquellas ocupaciones tan importantes de cada día. 

Proust revela otras pasiones ocultas como el lesbianismo:

"Sabes, para la señora de Verdurín, ahora no hay nada más que yo, soy un encanto, me besa, quiere que vaya con ella de compras, me pide que la llame de tú" (pág. 425). 

En la tercera parte "Nombres de tierras: el nombre" se alude a lugares evocadores como la playa de Balbec que aunaba para el escritor el anhelo de observar la arquitectura gótica normanda y la tempestad en el mar; Florencia, Venecia, Pisa.... con el genio artístico de Giotto. El nombre de Gilberta, la hija del señor Swann, le recuerda al escritor su primer enamoramiento sumado a no sentirse desdichado por gozar de su compañía en los paseos a los Campos Elíseos. No obstante, no es correspondido y manifiesta la indiferencia de Gilberta por su amor en la pág. 485:

"Aunque deseemos que las acciones que no nos agradan en una persona no sean genuinamente suyas,  sin embargo, se presentan con tan coherente claridad que nuestro deseo nada puede contra ella, y esa claridad nos indica lo que habrán de ser las acciones de esa persona el día de mañana, aunque sean contrarias a nuestros deseos"


Este primer volumen finaliza admitiendo la contradicción que hay en buscar en la realidad los cuadros de la memoria, porque siempre les faltaría ese encanto que tiene el recuerdo y todo lo que no se percibe por los sentidos. 

Imagen: Marcel Proust (1871-1922)

El recordar una determinada imagen no es sino echar de menos un determinado instante, y las casas, los caminos, los paseos, desgraciadamente son tan fugitivos como los años (pág.503)


NOTA: Marcel Proust es uno de los referentes del escritor José Saramago. Precisamente falleció el año que nació el Premio Nobel portugués. Agradezco a Saramago reflexión que ha  motivado mi lectura.

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"Para mi la escritura es un camino espiritual" (Rosa Montero) "Viviendo rodeados de señales, nosotros mismos somos un sistema de señales"(José Saramago) "Sólo cabe progresar cuando se piensa en grande, sólo es posible avanzar cuando se mira lejos" (Ortega y Gasset) "Concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las que sí puedo y la sabiduría para establecer esta diferencia" (Epicteto) "La ingratitud es el precio al favor inmerecido" (Ignacio Manuel Altamirano) "Se viaja para contemplar con los propios ojos la ciudad apetecida y saborear en la realidad el encanto de lo soñado" (Marcel Proust) "Pero cuando nada subsiste ya de un pasado antiguo, cuando han muerto los seres y se han derrumbado las cosas, solos, más frágiles, más vivos, más inmateriales, más persistentes y fieles que nunca, el olor y el sabor perduran mucho más, y recuerdan, y aguardan, y esperan sobre las ruinas de todo, y soportan sin doblegarse en su impalpable gotita el edificio enorme del recuerdo"

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