El peligro de estar cuerda, de Rosa Montero

Tenía muchísimas ganas de leer “El peligro de estar cuerda” (Ed. Seix Barral) de Rosa MonteroEn la biblioteca del Centro Cívico en Arrecife, al llevarme prestado en junio la novela “La vieja sirena” de José Luis Sampedro, ya había preguntado a Brenda por el último libro de la escritora y periodista madrileña. Tuve la suerte de que lo adquirieran y Sheila me avisara para recogerlo el 18 de julio. 

Un libro que he leído en dos días porque no podía simplemente soltarlo. Cada  página me ha acercado más a la forma de ser de la autora. Alabo su sinceridad que demuestra que somos muchos en este planeta los que necesitamos de estímulos para seguir sosteniendo el mundo en nuestras manos. 

En su inicio, Rosa Montero se refiere a tres citas. Una de Fernando Pessoa cuyo libro del desasosiego leí el año 2020 tras volver de Lisboa, la segunda de William Shakespeare y la tercera de Anne Sexton que transcribo:

-Mis admiradores creen que me he curado, pero no: solo me he hecho poeta-

Entre sus primeras reflexiones destaco una que siento como propia y es:

“Una de las cosas buenas que fui descubriendo con los años es que ser raro no es nada raro, contra lo que la palabra parece indicar. De hecho, lo verdaderamente raro es ser normal”

Como afirma su autora, “El peligro de estar cuerda” va de la relación entre la creatividad y cierta extravagancia. De si la creación tiene algo que ver con la alucinación. O de si ser artista te hace más proclive al desequilibrio mental. Ningún genio fue grande sin un toque de locura, decía Séneca (pág.13).

Así sabremos de las manías de creadores como Proust, Valle-Inclán y Onetti que escribían en la cama; o Srefan Zweig que coleccionaba autógrafos. Las personas más serias y sensatas te pueden sorprender y es que desde siempre han sabido que algo no funcionaba bien dentro de sus cabezas. Según un célebre estudio de la psiquiatra Nancy Andreasen, de la Universidad de Iowa (EEUU), los escritores tienen hasta cuatro veces más posibilidades de sufrir un trastorno bipolar y hasta tres veces más de padecer depresiones que la gente no creativa. En general, sobresalen por su fogosidad, entusiasmo y energía.

Rosa Montero explica que ella forma parte de esa estadística general del 25% de personas que sufrirán algún problema mental a lo largo de su vida, y de la estadística particular de los escritores chiflados. Relata asimismo sus ataques de pánico a los 17, 21 y 29 años que no tienen que ver con stress. Se trata de una dimensión desconocida, una especie de viaje a otro planeta, un súbito e inesperado rayo que te fulmina.

Virginia Woolf experimentó su primera crisis a los 13 años y la escritora neozelandesa Janet Frame, diagnosticada de manera errónea como esquizofrénica, fue internada en un psiquiátrico desde los 22 años hasta los 30 años donde se le aplicaron numerosos electrochoques. Consiguió salir de ese infierno y vivir de forma autónoma hasta los 79 años.

En el segundo capítulo, Rosa Montero confiesa que los escritores contienen multitudes en su interior como ya publicó Robert Louis Stevenson en 1886 en su novela “El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde” con la idea de ser habitados por diversos yoes. En el cuento de Nathaniel Hawthorne (1804-64), “Wakefield”, el protagonista escapa del encierro de la propia vida. Tal como dice la autora, contenerse en una sola identidad resulta empobrecedor. La escritora además nos descubre en "Soy multitud" a una impostora llamada Bárbara Jovellanos que durante mucho tiempo la suplantará. Su desenlace nos lo cuenta al final.

En la página 51 me fijo en el nombre de Doris Lessing. Rosa Montero habla sobre una entrevista que realizó en 1997 a la autora de “El cuaderno dorado” (el cual leí el pasado verano) para El País en su casita de Londres. Señala que la mayoría de los narradores han tenido una experiencia muy temprana de decadencia y pérdida, es decir, siendo pequeños, antes de la pubertad o en torno a ella, han perdido de manera violenta el mundo de la infancia. Tal es el caso de Joseph Conrad y Simone de Beauvoir. El médico húngaro Sándor Ferenczi, uno de los padres del psicoanálisis, establece dos ideas. La primera que, frente al dolor, el niño crea un yo cuidador –que sabe todo, pero no siente nada-. Y la segunda, que ese niño traumatizado, -para defenderse del peligro que representan los adultos sin control, tiene que identificarse con ellos- dejando de ser niño.

Imagen: elnortedecastilla.es

La falta de atención no es que no puedas concentrarte, sino que te concentras tanto en algunos pensamientos que te olvidas de todo lo demás -asevera Rosa Montero. 
Es divertida la anécdota que comparte sobre sus despistes con las gafas o el tedio de estar pendiente de la tostadora y terminar achicharrándose el pan, mientras aclara que los momentos de estupor según Eric Kandel (Premio Nobel de Medicina 2000) son pequeños instantes de desconexión parcial, por ejemplo, salir de una tienda y no acordarse a qué altura de la calle nos encontramos.

En el capítulo “Buitre impaciente”, la autora se acerca con pasos cautelosos al negro corazón de la locura. Descubrimos la batalla que la vida supone a veces a gente con tanto talento como el compositor Robert Schumann (1810-1856), el filósofo Nietzsche (1844-1900), el escritor sueco August Strindberg (1849-1912), el pintor Van Gogh (1853-1890), la poeta Alda Merini (1931-2009) y John Nash (1938-2015, Premio Nobel de Economía 1994).

Agradezco también a Rosa Montero el espacio que dedica a las personas de alta sensibilidad (PAS) y su naturalidad al describir sentimientos cotidianos que experimento a menudo (no poder soportar imágenes violentas, hipersensibilidad al sonido o luces). Es una manera de ser que afecta entre el 15 y 20% de la población mundial (gente reflexiva, con empatía y emocionalidad alta, habilidad para captar sutilezas). Este rasgo del comportamiento es una teoría de la psicóloga norteamericana Elaine N. Aron que incide en el hecho de percibir y procesar más información sensorial simultánea. El irse por las ramas, veo que es algo común en los PAS. ¡Qué alivio! Un rasgo más que compartimos.

Otra de las ideas planteada por la autora es que las novelas son una pequeña isla de significado en el mar del desorden en las que las coincidencias se suceden de manera fortuita. “Rostros, nombres, anécdotas, impresiones de toda clase que proceden del mundo exterior, durante la redacción del libro pueden utilizarse en este si uno está en armonía con el libro y sus necesidades”- considera Patricia Highsmith. En un libro de consejos para los que quieren ser escritores, Ray Bradbury sostiene que el ingrediente más importante es el entusiasmo, esa sensación de arder dentro, la cual suscribo también, y que es vital para luchar contra la musa malvada y acallar al yo consciente. Rosa Montero desvela que muchos creadores han recurrido a las drogas y el alcohol para poder acceder a la vida inconsciente y realzar la sensibilidad.

Rosa Montero incide en que ser novelista es una actividad bastante estrafalaria que consiste en pasarte una gran cantidad de tiempo a solas. Se deja de ir al teatro o a un concierto, de ver una serie, de pasear con los perros, de salir con los amigos, de mimar a los amados. Además, se roba tiempo a actividades placenteras para crear y tras la publicación esperar, aguantando el aliento, a que alguien lo lea y te diga que le ha interesado, entendido e incluso vibrado con las mismas emociones del mundo compartido. Cuando esto ocurre, la autora de "El peligro de estar cuerda" afirma que los pequeños delirios controlados que son sus creaciones la sujetan a la tierra.

Manifiesta asimismo que entre los novelistas abunda la tendencia a la obsesión, el perfeccionismo (cita los versos de Ursula K. Le Guin: hay algo del tamaño de un guisante seco que no he escrito. Que no he escrito bien. No puedo dormir) y la inseguridad. Y lo malo es que ésta última cuando es extrema te conduce al silencio o a insultarte a ti misma por algo que crees no has hecho bien (como cuenta Rosa Montero en otra divertida anécdota en la calle con un macarra).

A pesar de todo, la escritura es lo que les permite vivir, es decir, el vehículo a través del cual se relacionan con el mundo y las cosas. Así lo dice Fernando Pessoa: El poeta es un fingidor. Finge tan completamente que hasta finge que es dolor el dolor que en verdad siente. Una vez más experimento, al igual que la escritora y periodista, la necesidad de escribir lo que contemplo, ya que “En el papel todo adquiere una dimensión más real” (Héctor Abad). Rosa Montero se refiere también al “momento oceánico” bautizado así por el Premio Nobel de Literatura 1915 Romain Rolland como el instante de aguda y trascendente intensidad, llamado por los japoneses el “satori” que significa comprensión. Quizá  -insiste- ese impulso místico sea más común en las cabezas mal cableadas.

El tema del suicidio está asimismo presente en “El peligro de estar cuerda”. Según un estudio sueco, los escritores tienen un 50% más de posibilidades de suicidarse que la población general. Rosa Montero menciona una lista de nombres muy conocidos como Hemingway, Virginia Woolf, Stefan Zweig junto a su mujer Lotte, y Salgari, al que se refiere con especial cariño por recordarle sus lecturas aventureras de infancia y quien lamentablemente no conseguía ganar dinero suficiente para pagar las facturas de sus 4 hijos y mujer (enferma mental). Terminó matándose el 25 de abril de 1911. En “El mito de Sísifo”, el escritor francés Albert Camus (1913-1960) dice que vivimos metidos en nuestras rutinas hasta que un día despertamos y dejamos de encontrarle sentido a lo que hacemos.

Rosa Montero cruza los dedos para seguir teniendo la curiosidad, la excitación de conocer cosas nuevas y el placer de escribir a los 70 años actuales y a futuro, como manifestaba Doris Lessing con 78 en la entrevista que le hiciera la periodista en 1997 para El País. Y es que cuando se escribe bien, se baila con las palabras. La vida misma también es una danza y un misterio como el de Bárbara Jovellanos, la mujer que se hace pasar por Rosa Montero durante más de 4 décadas, cuyo desenlace es contado al final de este libro.

Imagen: Patricia A. Llaneza

Destaco una última reflexión de la autora sobre los artistas y es el compartir la sensación de ser simples portadores de un mensaje que no saben bien de dónde sale, aunque en realidad viene del inconsciente. 
El escultor Miguel Ángel quitaba lo que sobraba en el bloque de piedra para liberar la forma que estaba presa dentro. Sin duda, un ejemplo de que la creatividad ofrece una plenitud sin igual, un viaje a otra dimensión, tal como la sintió la autora de “El peligro de estar cuerda” al abrirse paso en este libro por el bosque impenetrable de tantos datos caóticos. La música mágica enseñó el camino a Rosa Montero y esa gran fuerza interior que la hace desear morir estando viva.


¡Gracias Rosa por tanto momento oceánico y afianzar que siga escribiendo en este blog creado en  2008 por el dolor de haber perdido (a mi padre)! Por cierto, el verano pasado leí "la buena suerte" y este mes de julio la sigo teniendo al haber vibrado tanto con "El peligro de estar cuerda". 

Biografía: página oficial https://www.rosamontero.es/biografia-rosa-montero.html


1 comentario:

  1. Magnífico artículo, querida Syra, como todos los tuyos.
    Tanto que me has animado a leer el libro. Gracias por ese fantástico análisis.
    Un beso grande desde Madrid.

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