Tierra del mar, de Sergio Erro

Portada
La primera vez que leí los 13 relatos que conforman Tierra del mar fue a finales de mayo. A principios del mes había conversado con su autor, Sergio Erro, y con Alba Cantón en la caseta de Itineraria Editorial, en el marco de la Fiera del Libro IV en San Bartolomé. 

En mi biblioteca de casa tenía la suerte de contar con otros libros de la misma editorial, adquiridos en eventos literarios anteriores. 

En todos se aprecia el esmero de sus publicaciones. Tal es el caso de La intuición de la isla, Hacia el Sur, Simuladores de vuelo o Eliza. Así se lo dije a Isabel Dorta, antigua alumna, en el encuentro casual de la caseta de Itineraria, tras varios años sin vernos. 

Dedicatoria artística


Mientras tanto, Sergio Erro creaba mi dedicatoria en Tierra del mar, expresando su sincero deseo de que disfrutara de las historias narradas que transcurren en esta isla tan especial en la que residimos. 

En ese momento yo estaba escribiendo "Conversaciones con Mila, mi segunda madre", con motivo de su lamentable pérdida el 23 de abril en Madrid. 

La lectura de Tierra del mar, en la paz del abrazo atlántico que regala la madrugada, me transportaba al periodo convulso de conquistas y movimientos migratorios de sus protagonistas, haciéndome olvidar, momentáneamente, la innegable realidad.

En los dos primeros relatos El nacimiento y El encuentro, Sergio Erro muestra la valentía del líder insurrecto Tacfarinas ante el Imperio romano. Asimismo, destaca la imbatible fuerza de Tamanart, su prometida, quien lucha por salvar su vida y la del hijo en gestación en la isla donde es deportada. El autor describe la difícil supervivencia de los isleños, azotados por las sequías y el viento en este territorio basáltico llamado Titerogaka, caracterizado por el respeto dentro de la comunidad y por sus rituales participativos, algunos de ellos destinados a invocar lluvias y buenas cosechas.

Menciona, además, relevantes hechos históricos, como el citado en Isabel, Timamasi (pág. 27), en el que hace referencia al beneplácito que la Corona de Castilla dio a los caballeros normandos Jean de Béthencourt y Gadifer de la Salle para llevar a cabo la conquista y la evangelización de las Islas Canarias, siendo Lanzarote la primera a la que arribaron en 1402.  

También señala el cruento episodio de 1618, en el que los corsarios al mando de Tabac y Solimán asolaron Lanzarote, llevándose 900 personas prisioneras a Argel. Sergio Erro logra que percibamos el despertar del día con su manto ocre de calima, el mar como una tela de seda tensada de color plomizo, la laboriosidad de la gente en el tiempo de la siega, así como todo el caos, dolor, muerte y traición que la imprevista invasión generó.

¿Qué ocurrió con la población de Lanzarote que viajaba cautiva en barcos argelinos? ¿Cómo lograron sobrevivir quienes permanecieron en la isla? ¿Qué sucedió con aquellos que no pudieron ser rescatados por carecer de dinero? Reflexiones que ponen de relieve la perspectiva humana del autor de Tierra del mar

Hago un inciso para comentar que el devastador suceso de 1618, considerado el mayor ataque y rapto jamás sufrido en Lanzarote (pág. 55), es materia habitual de mis clases, dado que imparto módulos vinculados con patrimonio en los ciclos formativos de Hostelería y Turismo en el CIFP Zonzamas. Sin duda, el próximo curso académico 2025-26, Tierra del mar se convertirá en un recurso educativo que complementará mi temario. 

Cuando releí el relato Un nuevo mundo volví a experimentar la sensación de profunda conexión. Sergio Erro narra la odisea que supuso para 10 familias de Lanzarote ser enviadas al virreinato de Nueva España, en las Indias Occidentales. El objetivo era comenzar una nueva vida cerca de la misión de San Antonio de Texas, en la frontera con la Luisiana francesa. Sin embargo, la dura realidad se impuso desde el principio con un largo viaje en barco. El trayecto de Santa Cruz de Tenerife a La Habana duró 44 días; tres meses después partieron a Veracruz. Finalmente, emprendieron un recorrido por tierra, acompañados por un guía experimentado, de más de 2.000 kilómetros y múltiples avatares, hasta alcanzar el próspero destino. 

Precisamente, en agosto he comenzado la lectura del libro North Americans with roots in Lanzarote, cuyo autor, José Juan Romero Cruz, lo presentó el 23 de julio en la ermita de San Antonio de Tías. Un acto al que fui invitada en representación del CIFP Zonzamas y que resultó un homenaje muy grato al periodista Larry Yaskiel y a todas las personas que lo hicieron posible. 

Ilustración Sergio Erro
En La guerra Chica, Sergio Erro nos habla de la catástrofe natural y penurias que padeció Lanzarote en el siglo XVIII desde las erupciones volcánicas de Timanfaya a largas sequías y epidemias. Asimismo, sitúa al lector en la época que la barrilla se convirtió en fuente de riqueza y el aguardiente aumentó su demanda. 
En este relato somos testigos del enfrentamiento entre los partidarios del coronel Guerra y del coronel Armas, un episodio histórico significativo. También nos acerca al testimonio de vidas humildes como la del matrimonio formado por Pablo Hernández y María Curbelo, cuya angustia nos estremece, al igual que la violencia que desprende la ilustración del castillo de San Gabriel, envuelto en humo, odio y pólvora. La esposa presiente, con certero temor, la muerte de un inocente: su marido.

En Ilegales asistimos a la caída de los precios de la barrilla, a la terrible plaga de langostas de 1844 y a la miseria, desencadenante de la emigración de familias pobres. De nuevo, sentimos una honda tristeza ante el infortunio padecido por personas buenas a merced de gente sin escrúpulos. Soñaban con destinos conocidos, como Cuba y Puerto Rico. Sin embargo, la corrupción de almas implicadas los desvió.

Sergio Erro nos acerca en Corre, César, corre (décimo relato), al momento en que Arrecife se convierte en capital de la isla y la cría de cochinilla en origen importante de ingresos hasta que, como ocurrió con la barrilla, el sustituto artificial desploma su valor. Nos describe con claridad el ajetreo del muelle de Las Cebollas, como suelo hacer también en el aula recomendando al alumnado que visite la Casa de la Cultura y contemple la espléndida foto en blanco y negro que refleja ese movimiento comercial de sacos, cajas, personas y camellos al que hace referencia el autor de Tierra del mar en la página 93 y, por supuesto, los murales de César Manrique. 

Del genial artista lanzaroteño, el autor evoca los felices veranos de su niñez en Famara, disfrutando de ese idílico entorno en la costa norte. No podía imaginar que, a los 17 años, vería comenzar  una guerra devastadora y, al final, igual que su gran amigo José Ramírez Cerdá, de la destrucción que provocó. Quizá, por este motivo, escribe Sergio Erro que ambos decidieron construir y conservar su isla. Certeza absoluta. Manrique contó con la incondicional ayuda del que sería presidente del Cabildo de Lanzarote desde 1960 a 1974, una persona honrada, honesta y trabajadora. Así lo manifiesta el periodista Saúl García en su libro Pepín Ramírez. El hombre que convirtió a Manrique en César, editado por la FCM en su colección Islas de Memoria en 2019. Juan Cruz, en su prólogo, puntualiza que los dos amigos hicieron, desde su descubrimiento común de los tesoros ocultos de la isla, un homenaje fervoroso a una tierra que, gracias a ellos, fue rescatada de la miseria.  

Quiero expresar en este espacio el orgullo que siento al introducir al alumnado, durante su formación, en la vida y trayectoria de un artista cuyos pilares son tan sólidos como respeto por el medio ambiente, compromiso y un profundo amor por la naturaleza, el arte y la cultura. Además de una presentación proyectada, les aconsejo lean enlaces de interés en este camino de letras como César Manrique. Memoria compartida y César Manrique. Es un placer, que acercan a los futur@s guías e informadores de Lanzarote a la esencia de quien logró convertir la utopía en realidad. Una de las frases que suelo transmitir con pasión de este genial artista es : "Hay que enseñar a mirar, para después ver".

En el relato Triángulos azules, Sergio Erro recuerda el suceso trágico a bordo del Valbanera en 1919, en el que los sueños de emigrantes canarios con destino a Cuba acabaron en el fondo del mar. También, en el transcurso de la Guerra Civil, el autor de Tierra del mar describe las vicisitudes de partidarios de la República en Lanzarote. Es el caso de los jóvenes pescadores Pedro Noda y Domingo Cedrés, quienes se arriesgaron, junto a sus acompañantes, por defender la democracia y la justicia. Les esperaban, desgraciadamente, viajes penosos, barracones humillantes, la crueldad de los campos de concentración en Francia y Austria e, incluso, la muerte... 

¡Cómo expresar la emoción que he sentido al releer Gregorio y el mar! Cada vez que me detengo en la rotonda que da acceso al puerto de la Marina en Arrecife, para contemplar la escultura de Jorge Isaac Medina, pienso en esta obra inspiradora que rinde homenaje al pescador lanzaroteño Gregorio Fuentes Betancort y al marlin contra el que mide su fuerza.  Magnífica recreación de la lucha interna por salvar la vida en un duelo febril.

El alma guionista de Sergio Erro me transportó a la tormenta tropical de 1928, que obligó a Gregorio y Ernest Hemingway a buscar refugio en la bahía del islote de Dry Tortugas, cerca de los cayos de Florida (pág.109). Fue el pescador quien indicó al escritor americano el lugar seguro, gesto que nunca olvidaría. 

Ilustración de Sergio Erro

Desde ese fortuito encuentro en alta mar, una gran amistad unió sus vidas. Gregorio se convirtió en su patrón de barco y Hemingway escribió El viejo y el mar (1952). Recuerdo que este libro era una de las principales sugerencias de lectura de mi padre. La historia fue adaptada al cine en 1958, con el actor Spencer Tracy en el papel del pescador Santiago, y en 1990, con Anthony Quinn. 

Confieso que no he podido evitar emocionarme con la despedida en el mar plateado de Gregorio, dando el último viaje al barco de su amigo, "Pilar", y con el mágico encuentro, símbolo de una profunda amistad. 

En el último relato, El eco de los siglos, Sergio Erro nos lleva a la década de los setenta, cuando César Manrique situó a Lanzarote en el mapa del arte. Por otra parte, el origen y desarrollo del turismo -nos recuerda- propició el fin del éxodo a otros continentes y abrió el acceso a la universidad para la población en edad de estudiar. A través de la arqueóloga Valeria Darfía, quien regresa unos días a su isla natal por motivos laborales, el autor transmite el sentimiento "de emigrante" que experimenta la joven al extrañar su tierra y a su gente. 

Para finalizar esta reflexión sobre la lectura de Tierra del mar, publicado por Itineraria Editorial, me gustaría añadir que todas las historias son narradas por Sergio Erro con un profundo sentimiento, donde subyace siempre la preocupación por el ser humano. Sus ilustraciones en técnica acuarela son un auténtico tesoro. Estoy segura de que, si se hiciera una adaptación al cine - de hecho, el autor plantea esta posibilidad en la pág. 125 - sería todo un éxito. 

Sobre el autor

Sergio Erro

Sergio Erro (Madrid, 1977) es editor y diseñador gráfico formado en dirección de arte publicitario. Estudió dirección de teatro en el Centro de Formación Escénica de Andalucía. 

Ha trabajado como guionista en spots de televisión y como articulista y viñetista en el periódico Pan y circo. Como cortometrajista dos de sus obras fueron seleccionadas dos años consecutivos en el Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges, uno de ellos galardonado en otro festival. Ha sido premiados dos veces en certámenes de relato. Actualmente, codirige la editorial Itineraria. Como acuarelista ha obtenido diversos premios y ha ilustrado para diferentes publicaciones.


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