Libro del desasosiego, Fernando Pessoa

Durante mi etapa laboral en "A Casa" (2012-13) supe que José Saramago consideraba a Fernando Pessoa (Lisboa 1888-1935) junto a Jorge Luis Borges y Kafka, uno de los escritores imprescindibles del siglo XX. De hecho es uno de los retratos que se encuentra en la antesala a la Biblioteca del Premio Nobel Portugués.

Me acerqué a su poesía a través de la "Antología Poética", una selección de sus mejores poemas realizada por el poeta y profesor, Ángel Crespo. Lectura previa a su principal obra en prosa, el "Libro del desasosiego" que adquirí en la librería Lello (Oporto) el 22 de febrero 2020 antes de ir a visitar la Escola de Hotelaria e Turismo de Lisboa (EHTL).

Desde entonces las reflexiones, divagaciones y sueños de este solitario poeta, escritas entre 1912 y el mismo año de su muerte, 1935, me han acompañado en un largo periodo también de desasosiego e incertidumbre, iniciado el  14 de marzo con la publicación del Real Decreto 463/2020. España se enfrentaba a un estado de alarma para la gestión de la situación de crisis sanitaria motivada por el Covid-19. 

Este diario íntimo ha permanecido inédito hasta 1982, como la mayoría de su obra, aparecida en un arcón de madera. El descubimiento ha permitido conocer a uno de los escritores más complejos que utilizó aproximadamente 100 heterónimos a los que les otorgaba su propia personalidad para ocultar la verdadera, la de un ayudante de contable con un insoportable tedio, carente de afectividad e ilusión por un futuro.  Un clásico moderno traducido y estructurado por Ángel Crespo quien le dio vida al publicarse por primera vez en español en abril de 1984 con el título de "Libro del desasosiego de Bernardo Soares".

Pessoa escribía con frecuencia en el "café A Brasileira" (inaugurado en 1905), punto de encuentro literario ubicado en el barrio de Chiado, donde nació el escritor el 13 de junio de 1888. Hoy una estatua en su memoria invita a sentarse junto a él. En el prefacio (página 19) describe el lugar y a su heterónimo, Bernardo Soares, el que más coincide con la biografía del autor:

- Era un hombre que aparentaba unos treinta años, magro, más alto que bajo, encorvado exageradamente cuando estaba sentado, pero menos cuando estaba de pie, vestido con cierto descuido no totalmente descuidado. A la cara pálida y sin facciones interesantes, un aire de sufrimiento no le añadía interés, y era difícil definir qué especie de sufrimiento indicaba aquel aire; parecía indicar varios: privaciones, angustias y ese sufrimiento que nace de la indiferencia de haber sufrido mucho -.

Las impresiones de Soares-Pessoa sobre la sociedad lisboeta de la que forma parte son una valiosa crónica del momento que vive. Así nos habla de que pertenece a una generación que ha heredado la incredulidad en la fe cristiana y que navega sin la idea de un puerto al que llegar. A su jefe, el patrón Vasques, en cuya oficina de la calle de los Doradores trabaja, lidentifica con la Vida, monótona y necesaria, dirigente y desconocida, un hombre trivial. 

Imagen: Marina Bryant

Las palabras son para Soares-Pessoa cuerpos tocables, sirenas visibles, sensualidades incorporadas. Comprendo el estremecimiento que siente el poeta, esa especie de hormigueo en nuestras venas cuando nos recomiendan una página literaria, una obra o asistimos a la presentación de un nuevo libro. Asevera que su patria es la lengua portuguesa y su alma encuentra reposo en la lectura de los clásicos.

Leo y soy liberado. Adquiero objetividad. He dejado de ser yo disperso.

Soares-Pessoa afirma que para crear, se ha destruido, siendo la escena viva por la que pasan varios actores representando varias piezas. También que ama los paisajes imposibles y las grandes zonas desiertas de las llanuras donde nunca va a estar. El autor del "Libro del Desasosiego" experimenta añoranzas hasta de lo que no ha sido jamás suyo, debido a una angustia de fuga del tiempo y una enfermedad del misterio de la vida. Hay que tener en cuenta que entre otras disciplinas le interesó mucho la astrología y el ocultismo.

Son frecuentes asimismo sus confesiones en torno a la monotonía y sus periodos de estancamiento que le impiden escribir. Solo disfrazado es ... cuando es él. La soledad en las cuatro paredes de su cuarto son celda y distancia, cama y ataúd. Sin embargo, la compañía le oprime. Sus horas más felices son aquellas en que no piensa en nada y no sueña querer. Posee un corazón exaltado y triste. ¿Y si Buda, Apolo o Atenea se le hubieran aparecido para iluminar su alma en el camino? 

Se desvela por otro lado la falta de amigos del autor en este íntimo diario. Alguien que manifiesta haber vivido siempre tan aislado y cada vez más cuanto más consciente ha sido de sí mismo. A su alrededor, una aureola de frialdad, sintiéndose un intruso en todas las situaciones y convivencias. Es evidente que no posee un hogar. Incluso en el amor se asemeja a Chateaubriand que decía que "le cansaba que le amasen". Pessoa sufrió con tan solo 4 años la muerte de su padre. Su madre contrajo matrimonio en segundas nupcias con el cónsul de Portugal, cuyo destino fue Durban, en África del Sur. Su educación británica le facilitó escribir con fluidez poesía y prosa en lengua inglesa.

El Libro del Desasosiego es un viaje espiritual en el que Soares-Pessoa nos habla de su pasado, presente y futuro. La metafísica, su confesión de ser exclusivamente un soñador con habilidad de seguir varias ideas al mismo tiempo y su alma de poeta envuelve muchos párrafos como el de la pág. 246 donde afirma:

-Poseo todas las cualidades por las que son admirados los poetas románticos, incluso esa falta de cualidades mediante la cual se es realmente poeta romántico.-

Imagen: Marina Bryant
A pesar de declarar que para ser soñador tiene carencia de dinero, Soares-Pessoa reconoce que también hay universo en la calle de los Doradores y desde el estatismo de su cuarto piso se puede pensar en el infinito. Un infinito con almacenes abajo pero estrellas al final. Este lugar es clave dentro de la geografía pessoana, ya que además de residir en él, también se encuentra ubicada la oficina en la que trabaja. 


Otra de sus afirmaciones es que "Para viajar basta con existir". Pessoa recorrió Lisboa y sus alrededores con frecuencia, los paseos por la Baixa le proporcionaban gran sosiego.

La vida es lo que hacemos de ella. Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos

Imagen: Marina Bryant

Soares- Pessoa cuestiona la sensación de liberación que nace de los viajes ya que cree que la verdadera liberación emana de la misma persona. 

Menciona el "Tratado de las sensaciones" (1754) del filósofo francés Condillac que comienza con la siguiente frase célebre:

- Por más alto que subamos y más bajo que bajemos, nunca salimos de nuestras sensaciones -

El hecho de ser feliz lo asocia el autor a quien no exige nada de la vida más de lo que ella espontáneamente le da, guiándose por el instinto de los gatos, que buscan el sol cuando hace sol, y cuando no hace sol el calor, dondequiera que esté. 

Por otro lado reitera que:

Nadie comprende a otro. Somos islas en el mar de la vida; corre entre nosotros el mar que nos define y nos separa. Por más que un alma se esfuerce por saber lo que es otra alma, no sabrá sino lo que diga una palabra- sombra disforme en el suelo de su entendimiento.

En el capítulo de la indiferencia o algo parecido (pág. 365), Soares-Pessoa refiere que "Toda alma digna de sí misma desea vivir la vida en Extremo, es decir, al límite", diferenciando hacerlo con todas las formas de la energía exteriorizada o eligiendo la esfera de la sensibilidad que abarca el ansia de comprender.

Sobre el Arte, el autor del "Libro del Desasosiego" asevera que consiste en hacer sentir a los demás lo que nosotros sentimos, en liberarlos de ellos mismos, proponiéndoles nuestra personalidad como una especial liberación. El concepto de Escribir es olvidar siendo la literatura la manera más agradable de ignorar la vida. En este párrafo (pág. 377) volvemos a comprobar su alma de poeta:

"¡Tú, que me oyes y apenas me escuchas, no sabes lo que es una tragedia! Perder padre y madre, no conseguir la gloria ni la felicidad, no tener un amigo ni un amor - todo eso se puede soportar; lo que no se puede soportar es soñar una cosa bella que no sea posible lograr en acto o palabras. La conciencia del trabajo perfecto, la hartura de la obra conseguida -suave es como el sueño bajo esa sombra de árbol, en el verano tranquilo. (Previamente ha mencionado "El rey Lear", de Shakespeare).

Finalizo con un texto extraído de la pág. 386, "Peristilo" (Apéndice), en el que Soares-Pessoa expresa este sentimiento sobre el libro:

-A las horas en el que el paisaje es una aureola de vida, y el sueño es tan sólo soñarse, yo he construido amor mío, en el silencio del desasosiego, este libro extraño con portones abiertos al fin de una alameda en una casa abandonada. He cogido para escribirlo el alma de todas las flores, y con  los momentos efímeros de todos los cantos de todas las aves he tejido eternidad e inercia-. 

Imagen: Marina Bryant

... Torre del Silencio de mis ansias, ¡que este libro sea el claro de luna que te hizo otra en la noche del Misterio Antiguo!

En efecto, en este párrafo el autor del "Libro del Desasosiego" describe su esencia. En él ha puesto toda su alma y ha creado un río de imperfección dolorida, un paisaje de la enajenación y del abandono por el que transcurre su triste vida.

                                                                                                       



NOTA

El escritor Jorge F. Hernández (actual agregado cultural de México en España y director del Instituto de México en Madrid) ) creó cada día un original "cuentínimo" (audio) junto a un soporte gráfico que nos acompañó durante todo el estado de alarma. Uno de ellos está dedicado a Fernando Pessoa y es tal su genialidad que lo comparto con los lectores de este blog.

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"Para mi la escritura es un camino espiritual" (Rosa Montero) "Viviendo rodeados de señales, nosotros mismos somos un sistema de señales"(José Saramago) "Sólo cabe progresar cuando se piensa en grande, sólo es posible avanzar cuando se mira lejos" (Ortega y Gasset) "Concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las que sí puedo y la sabiduría para establecer esta diferencia" (Epicteto) "La ingratitud es el precio al favor inmerecido" (Ignacio Manuel Altamirano) "Se viaja para contemplar con los propios ojos la ciudad apetecida y saborear en la realidad el encanto de lo soñado" (Marcel Proust) "Pero cuando nada subsiste ya de un pasado antiguo, cuando han muerto los seres y se han derrumbado las cosas, solos, más frágiles, más vivos, más inmateriales, más persistentes y fieles que nunca, el olor y el sabor perduran mucho más, y recuerdan, y aguardan, y esperan sobre las ruinas de todo, y soportan sin doblegarse en su impalpable gotita el edificio enorme del recuerdo"

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