"Las armas secretas y otros relatos" - Julio Cortázar

Biblioteca Insular
El jueves 13 de febrero pedí prestado de la Biblioteca Insular de Arrecife un libro del escritor Julio Cortázar (1914-1984). El día anterior se habían cumplido ya 30 años de su muerte con homenajes mundiales al autor de la tan conocida novela "Rayuela". Sin embargo, el título elegido "Las armas secretas y otros relatos" no anticipaba que uno de ellos era precisamente de los más reconocidos.
La fecha en la que se celebraba el amor universal, San Valentín, yo opté por el de la literatura iniciando así "Cartas de mamá" (1959). Un cuento en el que sus protagonistas, Luis y Laura, viven en París desde hace dos años tras abandonar Argentina.  Con ellos el recuerdo de Nico, el hermano de Luis fallecido, y que parece habita todavía con las acostumbradas referencias de su madre. Un matrimonio instalado en las rutinas: el trabajo de Luis, diseñador y publicista, su relación conyugal con la sombra del desaparecido (anterior novio de Laura afectado por tuberculosis)  en su luna de miel. El pasado y el futuro es más fuerte que el presente. Aunque Luis busca la libertad en su nuevo destino, las cartas de mamá le atan a la cadena de eslabones con sonido a tos y remordimientos transformando en ficticia su efímera felicidad. Sueños, pesadillas y rechazos ligados a la mentira que entrelaza su existencia formando parte de los miembros de la familia. Nutridos por la complicidad de una esperada resurrección del ausente que les orienta a la estación de tren en la que su madre les avisa, convencida, que llegará. 

En "El perseguidor", segundo relato, Bruno es el ángel de la guarda del protagonista, Johnny Carter, un músico de jazz con un don admirado por todos menos por él; insiste además en menospreciarse y perjudicar su salud con la anhelada droga. La pérdida en el metro de Paris del saxo es motivo de la llamada de su actual compañera, Dédée, al fiel amigo quien, nada más atravesar el umbral de la puerta del hotelito en el que residen, sabrá de su precariedad. Fiebre, delgadez, tabaco, cognac, manchas en la piel, alucinaciones, recuerdos de su primera mujer e hijos y unas manos invisibles que lo protegen en sus habituales caídas. La marquesa a la que conoció en una época anterior en Nueva York en la explosión de su talento es un oportuno vaivén.
La  música en Johnny significa la creación continua, un encuentro necesario pero al que, a veces, llega tarde como a la sesión de grabación con desespero del resto de los componentes del grupo cansados de sus historias sobre hojas y campos llenos de urnas. Y siempre recurrirá a su confidente, Bruno, el amigo comprensivo que escribe críticas de jazz y un libro sobre él sin ahondar en el lado patológico de su persona.
Incomprensibles reacciones como el querer matarse, incendiar un colchón, correr desnudo por los pasillos de un hotel ... Saldrá ileso gracias a sus benefactores hasta que sea de nuevo el momento de la cura de desintoxicación.
El libro que ha escrito Bruno no es un espejo de Johnny. El músico le pide que en la siguiente edición realice unos cambios ampliando detalles. La verdad es que su amigo ha querido resaltar sólo su faceta profesional. Por discreción ha preferido omitir su incurable esquizofrenia, el sórdido trasfondo de la droga y la promiscuidad de esa vida lamentable. Ha optado por un retrato que no precise de razones profundas.
La muerte del malogrado músico coincidirá con la publicación de la segunda edición del libro. A Bruno le dará tiempo de incluir la nota necrológica en su biografía, quedando así completa.... 
En "El perseguidor" se ahonda en:
Talento
Pág. 48: -Yo que me he pasado la vida admirando a los genios, a los Picasso, a los Einstein, a toda la santa lista que uno puede fabricar en un minuto (y Gandhi y Chaplin, y Stravinsky), estoy dispuesto como cualquiera a admitir que esos fenómenos andan por las nubes, y que con ellos no hay que extrañarse de nada. Son diferentes, no hay vuelta que darle"-
Esquizofrenia
Pág. 48: -A Johnny no se le puede seguir así la corriente porque vamos a acabar todos locos-
Pág. 49: -Y me parece que él es el primero en pagar las consecuencias de eso, que lo afecta tanto como a nosotros-
Pág. 51: -Pero después de tratar un tiempo a Johnny, de aceptar poco a poco el imperio de su música, de sus terrores diurnos, de sus explicaciones inconcebibles sobre cosas que jamás habían ocurrido, de sus repentinos accesos de ternura, entonces uno comprendía por qué Lan tenía esa cara y cómo era imposible que tuviera otra cara y viviera a la vez con Johnny-
Contraste feliz-infeliz
Pág. 49: -Y a lo mejor es por eso que Johnny me toca la cara con los dedos y me hace sentir tan infeliz, tan transparente, tan poca cosa con mi buena salud, mi casa, mi mujer, mi prestigio-
Pág. 52: -Por el momento todo va bien, y es curioso (es inquietante) que apenas las cosas andan bien por el lado de Johnny yo me siento inmensamente contento-
Ironía
Pág. 65: -El compañero Bruno anota en su libreta todo lo que uno le dice, salvo las cosas importantes. Nunca creía que pudieras equivocarte tanto hasta que Art me pasó el libro-

El último relato del libro es precisamente el que le da el título "Las armas secretas". Se siente la impaciencia de Pierre porque su novia, Michèlle, llegue cuanto antes a su piso de soltero, o al café a la hora acostumbrada, las 11h. La ve en sus pequeñas acciones cotidianas que se suceden en el camino como la contemplación de escaparates que después le describirá con detalle. Ya juntos él se aproxima en insinuante actitud, y ella le da la noticia de que sus padres se van 15 días a la casa de la granja.  Se queda sola en el hogar. Los amigos de Michèlle, Roland y Babette, les acompañan después, una pareja que parece protegerla
Pierre desconoce su anterior vida. La joven es atenta, entusiasta y grave. En su comportamiento existe algo que les aleja en el momento cercano del encuentro. Aún así la sueña como un árbol que se convierte en el centro de su persona. Acuerdan dirigirse en moto a la casa de campo en Enghien. Michèlle se pone cómoda, con ropas demasiado holgadas para el gusto de Pierre que intenta mientras tanto hacer más agradable el ambiente ante la tranquila mirada del perro Bobby. Comen algo improvisado y los recuerdos de la guerra durante su infancia afloran. Preparan un café, lo beben distraidamente y Pierre cierra los ojos. Al abrirlos ve a Michèlle con el rostro hundido en las manos llorando. Su expresión le había hecho pensar en alguien al que nunca hace referencia pero le asusta. Lo rechaza de nuevo y se encierra en la cocina hasta que surge de nuevo el arrepentimiento, la necesidad de su perdón y la incipiente confesión que interrumpirá un rotundo golpe de puerta.
Michèlle llama por teléfono a Babette y le explica, entre sollozos, que Pierre se ha ido tras su imprevisible reacción. Le ha parecido ver, escuchar el mismo tartamudeo... y le ha pedido que se fuera. Han pasado 7 años y todavía el recuerdo la atenaza. Y Pierre decide regresar, está convencido de que Michèlle debe comprender, nada se sabe de verdad hasta no haberse amado. Roland y Babette rememoran el asesinato, con un simple cartucho de caza, y el cuerpo caído entre las hojas secas. Era solo una niña.
Destaca aspectos referidos a:
Simbología
Pág. 79: Una escalera con una bola de vidrio en el nacimiento del pasamanos que lleva al encuentro, al verdadero.
Pág. 80: Las hojas secas están en en Enghien.
Pág. 91: El mundo se maneja con un cilindro de caucho que cabe en la mano.
Misterio
Pág. 77: Entonces si uno no sabe nada de Michèlle, basta de dejar verla un momento para que el hueco se vuelva una maraña espesa y amarga; te tiene miedo, te tiene asco, a veces te rechaza en lo más hondo de un beso, no se quiere acostar contigo, tiene horror de algo ..
Pág. 88: ¿A qué estamos jugando, Michèlle? 
Pág. 89: ¿Qué te tengo que perdonar? 
Cotidianidades
El vicio del tabaco: cigarrillos marca Gauloises
Comprimidos para la ansiedad
El acto de pelar el durazno 
Humor
Pág.83: Pareces un hongo - dice Pierre con la ternura de todo hombre hacia una mujer que se pone ropas demasiado grandes.

(Bruselas, 1914 - París, 1984)
CORTÁZAR 
Su carrera literaria se desarrolló principalmente en París. En algunas de sus obras puso de manifiesto una gran preocupación por las causas revolucionarias. En "Las armas secretas" (1959), libro en el que publicó uno de sus mejores cuentos, se refleja un humorismo de tipo intelectual. Autor de Bestiario (1951), Historias de cronopios y famas (1969), Rayuela (1963), "libro de Manuel" (1973) Y "Queremos tanto a Glenda" (1981).


Me parezco a mi madre psicológicamente. Es muy imaginativa y novelera. Lee cuanto cae en sus manos. Desde niño, eso me permitió tener libros a mi alcance. Nunca me dio consejos literarios. Intelectualmente era incapaz de hacerlo; en cambio discutíamos nuestras lecturas comunes; por ejemplo, los dos somos unos eruditos sobre las obras de Alejandro Dumas. Las comentábamos interminablemente”...
El 26 de agosto se cumple el centenario de su nacimiento. Alfaguara acaba de publicar  «Cortázar de la A a la Z. Un álbum biográfico» editado por Aurora Bernárdez (viuda del escritor) y Carles Garriga.

Prólogo de Jorge Luis Borges 
(Argentina,1899 - Suiza,1986)
Hacia 1947 yo era secretario de redac­ción de una revista casi secreta que diri­gía la señora Sarah de Ortiz Basualdo. Una tarde, nos visitó un muchacho muy alto con un previsible manuscrito. No recuerdo su cara; la ceguera es cómplice del olvido. Me dijo que traía un cuen­to fantástico y solicitó mi opinión. Le pedí que volviera a los diez días. Antes del plazo señalado, volvió. Le dije que tenía dos noticias. Una, que el manus­crito estaba en la imprenta; otra, que lo ilustraría mi hermana Norah, a quien le había gustado mucho. El cuento, ahora justamente famoso, era el que se titula «Casa Tomada». Años después, en París, Julio Cortázar me recordó ese antiguo episodio y me confió que era la primera vez que veía un texto suyo en letras de molde. Esa circunstancia me honra.
Muy poco sé de las letras contem­poráneas. Creo que podemos conocer el pasado, siquiera de un modo simbólico, y que podemos imaginar el futuro, se­gún el temor o la fe; en el presente hay demasiadas cosas para que nos sea dado descifrarlas. El porvenir sabrá lo que hoy no sabemos y cursará las páginas que merecen ser releídas. Schopenhauer aconsejaba que, para no exponernos al azar; solo leyéramos los libros que ya hubieran cumplido cien años. No siem­pre he sido fiel a ese cauteloso dictamen; he leído con singular agrado Las armas secretas, y he elegido este cuento.
Una historia fantástica, según Wells, debe admitir solo un hecho fan­tástico para que la imaginación del lec­tor la acepte fácilmente. Esta prudencia corresponde al escéptico siglo diecinue­ve, no al tiempo que soñó las cosmogo­nías o el Libro de las Mil y Una noches. En «Cartas de Mamá» lo trivial, lo ne­cesariamente trivial, está en el título, en el proceder de los personajes y en la mención continua de marcas de cigarri­llos o de estaciones de subterráneos. El prodigio requiere esos pormenores.
Otro rasgo quiero indicar. Lo so­brenatural, en este admirable relato, no se declara, le da más fuerza, como se insinúa, en el «Izur» de Lugones. 
Queda la posibilidad de que todo sea una alucinación de la culpa.
Alguien que parecía inofensivo vuelve atrozmente.
Julio Cortázar ha sido condenado, o aprobado, por sus opiniones políticas. Fuera de la ética, entiendo que las opi­niones de un hombre suelen ser superfi­ciales y efímeras.
Jorge Luis Borges
Buenos Aires,
29 de noviembre de 1983

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