Los 5 soles - Carlos Fuentes
martes, agosto 28, 2012
Entrada de A Casa |
Ana Mª Gomariz Rodrígo y yo coincidimos en la biblioteca del Premio Nobel portugués el 26 de mayo 2012. Comentamos el reciente fallecimiento del escritor Carlos Fuentes acaecida 15 días antes. A raíz de su desaparición le explique que le había pedido a Saro consultar alguna de sus obras con el objetivo de profundizar más en el autor. Nuestra sorpresa fue mayúscula al comprobar que el libro de relatos "El naranjo" estaba dedicado por Carlos Fuentes a José Saramago y Pilar del Río en agosto de 1997 durante su estancia en Lanzarote y "Los cinco soles de México" en el año 2000 con motivo de su presentación en Madrid.
Acordamos tras su lectura intercambiar nuestras opiniones en beneficio de los lectores de la página web de la Casa Museo José Saramago: www.acasajosesaramago.com
El día 28 de agosto se han cumplido 15 años de la visita de Carlos Fuentes y su mujer, Silvia Lemus, a Lanzarote. Este hecho ha sido desarrollado ampliamente con imágenes y testimonios en la página web de A Casa sumado a las innumerables condolencias por su muerte. Y desde este blog enlazado con ella compartimos este trabajo llevado a cabo por Ana Mª Gomariz Rodrígo.
El Nuevo Mundo, las tierras más allá del gran charco, aquellas impresas en nuestra ancestral y reciente memoria permanecen a la misma vez descubiertas y desconocidas ante nuestros sentidos de la mano de Carlos Fuentes, llenas de historia, de hechos que ocurren condicionados por un pasado que lucha por generar una identidad propia en el presente resultado de la combinación de la suma de pueblos unidos a fuerza de no quedar otra opción que entablar una convivencia para la prosperidad de los seres humanos.
Las concepciones de vida y muerte se tornan extremadamente cíclicas sabiendo que el momento de la vida lleva impregnada la muerte, sin muerte no hay nueva vida, es el acto de transformación de la Naturaleza latente que nos muestra desde la observación misma, la influencia de los elementos condicionantes no sólo en nuestras vidas sino en la concepción de la vida. El autor nos transporta a una espiritualidad despojada de acontecimientos extraordinarios porque en sí misma la vida es extraordinaria, devolviendo así la creencia hacia el presente, hacia lo que observamos y sentimos en el aquí y ahora, sin más espiritualidad que las que nos proporcionen nuestras propias emociones.
Independientemente de cómo podamos juzgar los hechos ocurridos en la historia, de cómo puedan ser contados o relatados, siempre serán volátiles y sujetos a las más diversas interpretaciones, se acercarán más o menos a la realidad, pero qué es la realidad sino un conjunto de hechos que ni siquiera somos capaces de abarcar. La comprensión de la historia depende en sí de cómo leamos las señales de lo ocurrido y de cómo sintamos en la mayor armonía posible la realidad que llevamos dentro, en nuestra genética fruto de aquella realidad que ocurrió atrás en el tiempo y cuya intuición no debemos abandonar a la hora de interpretar unos hechos que contados desde dentro o desde fuera, jamás podremos abarcar en su totalidad, quizá así retomemos eso que se llama fe, pero no la fe en los castigos y condenaciones, no en la fe en la vida eterna ni en las vanaglorias, sino la fe en la verdad, en lo que somos, en lo que formamos parte, en algo que va más allá de la realidad para ser la realidad en sí misma.
Las concepciones de vida y muerte se tornan extremadamente cíclicas sabiendo que el momento de la vida lleva impregnada la muerte, sin muerte no hay nueva vida, es el acto de transformación de la Naturaleza latente que nos muestra desde la observación misma, la influencia de los elementos condicionantes no sólo en nuestras vidas sino en la concepción de la vida. El autor nos transporta a una espiritualidad despojada de acontecimientos extraordinarios porque en sí misma la vida es extraordinaria, devolviendo así la creencia hacia el presente, hacia lo que observamos y sentimos en el aquí y ahora, sin más espiritualidad que las que nos proporcionen nuestras propias emociones.
Independientemente de cómo podamos juzgar los hechos ocurridos en la historia, de cómo puedan ser contados o relatados, siempre serán volátiles y sujetos a las más diversas interpretaciones, se acercarán más o menos a la realidad, pero qué es la realidad sino un conjunto de hechos que ni siquiera somos capaces de abarcar. La comprensión de la historia depende en sí de cómo leamos las señales de lo ocurrido y de cómo sintamos en la mayor armonía posible la realidad que llevamos dentro, en nuestra genética fruto de aquella realidad que ocurrió atrás en el tiempo y cuya intuición no debemos abandonar a la hora de interpretar unos hechos que contados desde dentro o desde fuera, jamás podremos abarcar en su totalidad, quizá así retomemos eso que se llama fe, pero no la fe en los castigos y condenaciones, no en la fe en la vida eterna ni en las vanaglorias, sino la fe en la verdad, en lo que somos, en lo que formamos parte, en algo que va más allá de la realidad para ser la realidad en sí misma.
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"Para mi la escritura es un camino espiritual" (Rosa Montero)
"Viviendo rodeados de señales, nosotros mismos somos un sistema de señales"(José Saramago)
"Sólo cabe progresar cuando se piensa en grande, sólo es posible avanzar cuando se mira lejos" (Ortega y Gasset)
"Concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las que sí puedo y la sabiduría para establecer esta diferencia" (Epicteto)
"La ingratitud es el precio al favor inmerecido" (Ignacio Manuel Altamirano)
"Se viaja para contemplar con los propios ojos la ciudad apetecida y saborear en la realidad el encanto de lo soñado" (Marcel Proust)
"Pero cuando nada subsiste ya de un pasado antiguo, cuando han muerto los seres y se han derrumbado las cosas, solos, más frágiles, más vivos, más inmateriales, más persistentes y fieles que nunca, el olor y el sabor perduran mucho más, y recuerdan, y aguardan, y esperan sobre las ruinas de todo, y soportan sin doblegarse en su impalpable gotita el edificio enorme del recuerdo"
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