El invierno en Lisboa - Antonio Muñoz Molina



(Úbeda,Jaén, 1956)
Novela escrita por Antonio Muñoz Molina y publicada en 1987. Con ella obtuvo el Premio de la Crítica y el Nacional de Literatura en 1988. 

Comienza con un epígrafe de Gustave Flaubert extraído de La educación sentimental:

“Existe un momento en las separaciones en el que la persona amada ya no está con nosotros”
La historia comienza evocando el recuerdo de una melodía de jazz en el Lady Bird, un local de San Sebastián, regentado por Floro Bloom. Su intérprete es el protagonista principal, el pianista Santiago Biralbo, un hombre sencillo y bohemio. En este reencuentro en Madrid el narrador observa que se ha producido un cambio profundo en el músico. Ahora forma parte de un grupo  llamado Giacomo Dolphin Trio, junto a un bajista y un batería. Ha logrado vivir de la música, de manera irregular y un poco errante, y de sus colaboraciones en grabaciones en las que prefiere que no se le nombre. 

El narrador (parece un actor) es el destinatario de la confesión del gran amor de Santiago por Lucrecia, una joven casada con Malcolm, un hombre mayor con negocios turbios, entre ellos la adquisición de obras de arte. En un hotel mediocre, situado cerca del edificio de la Telefónica, en la concurrida calle de la Gran Vía, Santiago, en un acto de gran confianza, le entregará un paquete con la correspondencia de esta relación. Él pensará en la canción “Lisboa” compuesta precisamente por ser la ciudad a la que el pianista soñaba llegar y perderse.

A lo largo de sus 20 capítulos, que abarcan 4 ó 5 años, nos adentramos en un relato oral, casi un homenaje al cine negro americano. Y en todos la historia de amor nostálgica, su eje principal.  Una mujer alta y delgada, de halo fantasmal, se enamora del pianista y sus acordes aquella noche en la que Santiago toca junto a Billy Swann, afamado trompetista, antes de irse casi de forma clandestina a Hamburgo. En sus párrafos: engaños, silencios, celos, soledad, humo, desasosiego, premura, miedo, esporádicas citas, revólveres, despedidas que nos recuerdan al argumento de una película en la que el músico se convierte tras la ausencia de la mujer amada en un profesor resignado y abstemio, anhelante de recibir sus cartas. Será Billy Swann quien le haga llegar en mano la última, 12 líneas escritas por la misteriosa Lucrecia en el reverso de un plano de Lisboa y una palabra: Burma. Otros personajes mafiosos, Toussaints Morton y su secretaria, Daphne, hacen su repentina aparición en búsqueda de Lucrecia a la que ya hace 3 años que Santiago no ve. Sin embargo, una mañana de noviembre, su inconfundible voz al teléfono, citándole en un bar, la trae de nuevo a su mundo irreal. Cenarán y ella le pedirá que interprete su canción favorita “Todas las cosas que tú eres” en el Lady Bird como en Casablanca con la eterna pareja imposible de Humphery Bogart e Ingrid Bergman. -Tócala otra vez-.   Y la imaginación se interpondrá. Poco tiempo después sabrá Santiago la verdadera vida de penuria que había llevado Lucrecia motivada por los altibajos de los negocios sucios de su marido junto al delincuente, Toussants Morton, y su secretaria, incluso desembocando en el asesinato de un portugués y el robo de un cuadro de Cézanne.

Finalmente Santiago irá a Lisboa pero no por la promesa romántica hecha a su amada sino por la enfermedad de su amigo Billy Swan ingresado en un sanatorio. Allí irá a Burma y descubrirá que se trataba de una sociedad secreta de contrabandistas. Coincidirá con Malcolm. Surge el recelo y los recuerdos de la complicidad entre ellos hablando de películas, libros y canciones. Y de nuevo la presencia de Toussaints Morton con su interrogatorio sobre Lucrecia y su paradero. El pianista logrará escaparse, tras un forcejeo, y dirigirse al hospital donde saldrá definitivamente con Billy Swann quien le informará de la dirección de su amada. Cogerá un tren pero será seguido por Malcolm y decidirá tirarse a las vías del tren para llegar a su destino: la Quinta dos Lobos. Su deseo era avisar a Lucrecia del peligro que corría. Lo consigue explicándole entonces ella el resto de la historia en relación al cuadro de Cézanne: un paisaje con una montaña violeta y una casa entre árboles.
Aparece el cuerpo de Malcolm y Lucrecia le ofrece ayuda para proporcionarle un pasaporte falso a través de un conocido pero Santiago insiste en que debe tocar junto a Billy Swann el día doce. Se despiden con caricias. El día del concierto en Lisboa, quizá el último de la banda, fue un éxito. 
El escenario final es el del hotel donde residía Santiago. El narrador pegunta por él al recpcionista y sube a su habitación. Lucrecia llamará después buscándolo y él la aconsejará que se marche porque Toussaints Morton había estado poco antes. Así lo hará mientrás el narrador sin nombre la ve alejarse como si nunca hubiera existido.

Ideas
Resalto
  • las continuas máscaras de los personajes impostores
·         Ella me inventó – pág.77
·         Mi vida real era mentira – pág103.
  •     el deseo imposible.
  •     el afán de huir de episodios banales. 
  •     la sensación de fracaso. 
  •     la preocupación de Lucrecia por el futuro en detrimento del presente:
        " Desde siempre, Lucrecia había vivido en el desasosiego y la sospecha de que su verdadera vida estaba esperándola en otra ciudad, y eso la hacía renegar sordamente de los lugares donde estaba y pronunciar con desesperación y deseo nombres de ciudades en las que sin duda se cumpliría su destino si alguna vez las visitaba ... "
    los vicios: alcoholismo/tabaco     los celos     la soledad    



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"Para mi la escritura es un camino espiritual" (Rosa Montero) "Viviendo rodeados de señales, nosotros mismos somos un sistema de señales"(José Saramago) "Sólo cabe progresar cuando se piensa en grande, sólo es posible avanzar cuando se mira lejos" (Ortega y Gasset) "Concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las que sí puedo y la sabiduría para establecer esta diferencia" (Epicteto) "La ingratitud es el precio al favor inmerecido" (Ignacio Manuel Altamirano) "Se viaja para contemplar con los propios ojos la ciudad apetecida y saborear en la realidad el encanto de lo soñado" (Marcel Proust) "Pero cuando nada subsiste ya de un pasado antiguo, cuando han muerto los seres y se han derrumbado las cosas, solos, más frágiles, más vivos, más inmateriales, más persistentes y fieles que nunca, el olor y el sabor perduran mucho más, y recuerdan, y aguardan, y esperan sobre las ruinas de todo, y soportan sin doblegarse en su impalpable gotita el edificio enorme del recuerdo"

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