Qué le pides al milenio

Dicen que en el 2008 se inició una transformación económica en la sociedad que ha incidido muy negativamente en muchas familias. Han pasado 5 años y, en efecto, podemos comprobar cómo ha repercutido en el pensamiento incluso de los jóvenes que ven a su alrededor y en sus propios hogares la preocupación por la mera subsistencia. Esta empatía se refleja en sus redacciones de clase y hoy quiero compartir la de un niño de 14 años con el título "Qué le pides al milenio" cuyas palabras clave son trabajo, ausencia paternal, banco de alimentos, miseria, salario digno....

Qué le pides al milenio
Todo empezó a unas fechas próximas a un nuevo milenio. Una fría mañana de invierno mi familia y yo nos disponíamos a salir de casa en dirección a la estación para despedirnos de mi padre que se iba de viaje en busca de un trabajo. Mi padre José tenía una carrera como ingeniero minero, pero no le había servido en la vida ya que nunca le habían contratado. Mi familia vivía con lo mínimo, un trozo de pan y un vaso de agua para todo el día. A mi familia nunca le había gustado pedir nada, aunque este era un caso especial, antes de ir a la estación teníamos que pasar por un banco de alimentos para recibir algo de comida, para que mi padre se pudiese llevar algo a la boca durante el viaje.
Cogimos un autobús que nos llevaba a la estación ya que no teníamos dinero para un vehículo propio. Cuando llegamos a la estación tuvimos que pasar un control, por si llevábamos droga o algún material el cual se pudiese usar de manera peligrosa. Al pasar el control, vi muchos trenes y por la ilusión que me hacía estar ahí me acerqué demasiado a uno, de repente me choqué con alguien y caí en un raíl. Empecé a llorar, la gente no sabía lo que hacer ya que venía un tren a gran velocidad. A los 5 segundos el tren impactó contra mí. Mi cuerpo había quedado destrozado, lo único que recuerdo es que escuché la sirena de una ambulancia. La próxima vez que abrí los ojos me encontraba en una camilla de hospital, tenía medio cuerpo escayolado, un collarín y una venda que me cubría toda la cabeza. Estaba triste ya que mi padre se había ido en busca de un trabajo y no me había despedido de él.
Mi madre se encontraba a mi lado dándome ánimos para seguir adelante. A las tres de la tarde sentí mucha hambre, se lo dije a la enfermera de turno y a los 10 minutos me trajeron una bandeja con un trozo de pescado y un puré de verduras. Mis ojos se abrieron como platos al ver que todo eso era para mí, lo degusté lentamente para que me durase más la comida y que la sensación de hambre se me fuera. Le di a mi madre un poco de comida ya que no había probado nada durante 24 horas. Me lo agradeció muchísimo. Cada minuto en el hospital se me hacía una eternidad aunque por lo menos tenía una manta con la que taparme. Transcurridas tres horas estaba muy aburrido, no tenía nada con lo que jugar  y solo pensaba en lo que estaría haciendo mi padre en ese momento. Al cabo del tiempo mi padre me contaba que todo le iba muy bien allí, que tenía un trabajo aunque cobraba una miseria pero en estos tiempos no se puede perder ni la más mínima oportunidad para recibir algo de dinero.
Mi padre me decía que me quería mucho pero un amor paternal a distancia ya que no estaba conmigo. Cada noche rezaba por él para que no le pasase nada y pudiese verlo sano y salvo cuando volviese. Mi madre se fue a casa tras dos días porque ya no aguantaba más el silencio profundo y el olor a enfermo que había en el cuarto. Me sentía muy solo ya que no había ningún otro niño en el hospital, solo había una persona contratada por el ayuntamiento para que estuviese conmigo un rato. Cada día era peor que el anterior, ya no recibía ninguna visita. A las siete de la tarde del día 26 de diciembre entró en la habitación un señor con un traje de color gris y un maletín. Me dijo que era abogado, y que podría cobrar una indemnización poniéndole una demanda al ayuntamiento por no estar señalados los sitios peligrosos. Yo al ser un niño de 10 años no sabía lo que significaba eso, así que me lo explicó de diferente manera. Me pareció una idea con sus pros y sus contras ya que si les pidiese una indemnización y ganase el juicio recibiría mucho dinero y podría estar con la familia pero lo negativo era que me echarían del hospital ya que ese sitio estaba financiado por el ayuntamiento. Debía consultarlo con mi madre pero ya no me venía a visitar, así que tuve que tener paciencia y esperar a que viniese.
Mi madre por fin llegó aunque un poco cansada por las tareas de la casa. El abogado se lo explicó de una manera sutil. A mi madre le pareció bien ponerles la demanda, para cobrar una indemnización y poder salir de lo que estábamos sufriendo. El abogado le hizo firmar unos papeles diciendo que él cobraría un 10% de lo que ganasen, etc. Mi madre firmó tres veces y directamente el abogado hizo la demanda, lo realizó tan rápido como si hubiese sabido desde el principio que la respuesta iba a ser afirmativa. A los dos días tuvieron respuesta, el ayuntamiento se indignó y se negó a pagar la indemnización ya que el percance no había sido culpa de  la Concejalía de Seguridad si no de los padres por descuidarse.
Salí del hospital el día 30, ya casi era Año Nuevo, y la preocupación de mi madre por la denuncia era enorme, ya que se había hecho expectativas de cómo nos cambiaría la vida con ese dinero. El juicio era el día 31 pero estábamos a 30, este día se me hizo muy largo. A las 7 de la mañana salí del hospital y me dirigí hacia mi casa con mi madre en autobús. Cuando llegué cogí mi libro favorito y lo empecé a leer, trataba de un niño que no tenía amigos y su familia era pobre, este libro me gustaba porque me describía en parte. Me quede dormido mientras que leía ya que no pegaba ojo en el hospital, estaba todo oscuro y tenía miedo. Soñé que ganábamos el juicio y me volvía rico, el poder me volvió loco y solo usaba el dinero para hacer el mal. Mi madre me abandonó porque me había vuelto codicioso y mi padre no se había enterado porque estaba fuera trabajando. Me quedaba solo, en la calle, sin ningún techo donde cobijarme en las noches frías y oscuras, en las cuales yo solo podía taparme con un maloliente cartón que anteriormente me había encontrado en la basura. Al dormir en la calle y vivir con gente sin hogar aprendía valiosas lecciones, al ser pobre hice amigos ya que el dinero ni las cosas materiales te dan la felicidad si no que te la dan los amigos o la gente que tienes a tu alrededor.
De repente me desperté, una lágrima me recorrió toda la cara, me había emocionado. Me quedé en mi cuarto despierto pensando qué hacer, al cabo de 10 minutos fui en busca de mi madre, me dirigí en dirección al salón, pero al llegar no la encontré, fui a su cuarto y tampoco estaba allí. Preocupado grite en voz alta "Mamá", y nadie contestó. Me puse nervioso y fui a la cocina, allí había una nota pegada en la nevera. Ponía: "Sabes que no nos gusta pedir, pero he tenido que ir al banco de alimentos a por lo imprescindible, vuelvo en un momento". Me pregunté; ¿Tan mal estamos? ¿Ha empeorado tanto la situación en España para llegar a este punto? parece ser que sí. Cuando llegó mi madre del banco de alimentos traía una bolsa con huevos, agua y algo de legumbres. Fue directamente a la cocina, no quería hablar con nadie porque se avergonzaba de haber tenido que ir a pedir algo de comida. Yo fui a consolarla, le dije que no tenía por qué tener vergüenza, si no nos había ido bien en la vida no teníamos porque disimularlo. Le dije que ya nos irían mejor las cosas y seríamos nosotros quienes ayudásemos no los que recibiésemos.
Estuve hablando con mi madre de no poner la denuncia, por el sueño que había tenido, pero ella indignada me dijo que si no quería volver a pedir comida no la podíamos quitar. Le dije que el dinero no da la felicidad aunque sea imprescindible. Ella me contestó que ya lo sabía pero que como había dicho era imprescindible para vivir, y si quería estar con mi padre no la podíamos quitar. Yo no había pensado en eso, así que desde ese punto de vista era diferente ya que la familia siempre tiene que estar unida. Después de cenar un plato de lentejas me acosté. No pegué ojo en toda la noche, estaba muy nervioso por el juicio. Al día siguiente estaba vestido con mi mejor ropa, un vaquero y una camiseta lisa. Estuvimos en el juicio 3 horas, yo no me lo podía creer, estaba aburridísimo, quería irme de allí. Al salir del juicio el tribunal todavía no había dado respuesta. Nos fuimos a casa en autobús claro y comimos un huevo y un vaso de agua.
Al cabo de las 2 horas recibimos una llamada, mi madre entusiasmada cogió el teléfono. Era del juicio. De repente la cara le cambió completamente. Se puso a llorar, pero yo no sabía si era de alegría o de tristeza. Cuando colgó el teléfono me dijo seria: “Hijo hemos perdido el juicio”. El juez dice que la línea amarilla situada en el suelo es para advertir. Yo por un lado me sentía bien pero por otro mal, ya que no iba a cambiar nuestras vidas bruscamente.
Pero lo único que le pido al nuevo milenio es que de una vez por todas podamos vivir bien, con algún que otro capricho pero sobre todo que estemos la familia unida. Que mi padre tenga un trabajo cerca de casa y que se vea recompensado su trabajo, que no le paguen menos de lo normal. Que no tengamos que pedir comida en un banco de alimentos pero lo más importante es que siempre tengamos un techo en el que cobijarnos.


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