Crónica de un devenir, de Alberto Mira

 

Editorial Egales
Crónica de un devenir” (Editorial Egales) es un ensayo en el que Alberto Mira (Alzira, 1965) reflexiona en primera persona sobre la experiencia de los hombres homosexuales, gays y queer a lo largo de diversas generaciones. Dedicado a Paul Julian Smith, por ser, por estar, por escribir.

Alberto Mira se dedica a la enseñanza universitaria. Desde esa fidedigna perspectiva afirma que su alumnado ha pasado de ser gente (con la que más o menos compartía una visión) a extraños que viven en mundos que le son totalmente ajenos. Asimismo, señala que los estudiantes son cada vez más reacios a establecer diálogos, hecho que constituía la base de la pedagogía en el mundo clásico, dado que implica ponerse en una posición de vulnerabilidad.

Este ensayo trenza 3 líneas de pensamiento. La primera es experiencial, apoyada en momentos clave del proceso vital de su autor, que combina represión y depresión, armario, curiosidad, deseos, declaraciones, identificaciones, comunidad, disidencia y madurez. La segunda es histórica incidiendo en las condiciones generales evolutivas y los obstáculos superados. La tercera línea de desarrollo tiene que ver con el lenguaje y sus limitaciones, es decir, cómo puede comunicar deseos y distorsionarlos.

Alberto Mira asevera que su llegar a ser se produjo a partir de los libros y el cine, también de programas de televisión, de prensa, de música o de teatro. En términos de trayectoria personal refiere que ha vivido bajo la influencia de tres maneras generales de ser denominados. Homosexual fue el término de clasificación convirtiéndolos en un “tipo”; gay fue su manera de desafiar aquel tipo y sistema de normas opresivas y se buscó un nuevo “nosotros”. Con el asentamiento del “nosotros” gay se avivan debates sobre la responsabilidad que implica ser homosexual y se introduce una manera distinta de verse, queer, que se muestra abiertamente crítica con la estabilidad que prometía la palabra gay.

Uno de los programas que marcó a Alberto Mira fue "la Clave", emitido en julio 1983 por TVE Española, y en especial la intervención de Jordi Petit, autor del libro “25 años más”. Por otra parte, describe a Richard Dyer como uno de sus padres intelectuales y motivo de la redacción de su ensayo “Miradas insumisas” (2008). El cine fue el medio para encontrar su gestualidad y su modo de hablar. Entre las películas que resalta está “Un cadáver a los postres” (1977).

A través de sus innumerables lecturas descubrió a Platón, Miguel Ángel, Miguel de Molina, Cole Porter, Tyrone Power, Truman Capote, Luchino Visconti, Farley Granger, Rock Hudson, Federico García Lorca, Luis Cernuda, Noël Coward, John Gielgud, Luis Mariano, Antonio Gala, Jaime Gil de Biedma, Brad Davis y Stephen Sondheim.

“Todo artista crea una máscara sin la cual sería insoportable estar ante la mirada del público. Esta máscara incluye ciertos rasgos, excluye otros” (pág. 127) 

En la película “Filadelfia” (1993), de Jonathan Demme- puntualiza Alberto Mira- se incide en el sida con un guion extremadamente cuidadoso. Es a partir del impacto de la crisis del sida en torno a 1985 cuando Simon Watney advierte que el concepto gay ha cumplido su ciclo. El nombre Queer Nation, un grupo creado en 1990, supone quizá el primer uso de la palabra. En Madrid, desde 2010 pero con antecedentes desde 2006, se celebra cada año el llamado Orgullo Crítico, presentado como alternativa al “Orgullo Gay”.

Teresa de Lauretis es la primera en introducir el término “queer” como concepto académico. En inglés significa “raro”, “extraño”. Aparece, por ejemplo, en las reacciones de la Alicia de Carroll al mundo más allá de la madriguera del conejo. En definitiva, el pensamiento queer ofrece unas aportaciones intelectuales a través de las que se puede reconceptualizar el género: crítica a los procesos de subjetividad y de subjetivación. 

Alberto Mira manifiesta que se despierta un día y se da cuenta de que lo habían convertido en unas siglas: LGTBI. Se pregunta ¿cuándo nos colectivizamos? ¿Somos un ente abstracto? Sin duda, las redes sociales han generado una gran dependencia, cambiando nuestras relaciones y cómo nos comunicamos. Un nuevo paradigma con la omnipresencia de la tecnología. Se trata de los últimos millennials y la generación Z (nacidos entre 1997 y 2012). Cuando mediatizamos nuestros deseos, nuestra identidad o nuestros debates en las redes, cedemos a estas cierto control. Un problema obvio propio de las redes está en la creación de burbujas de comunicación que nos ponen en contacto con nuestros afines a la vez que nos aíslan de quienes piensan distinto o tienen aportaciones que no nos interesan valorar. 

Se requiere cierta inteligencia y buena fe para argumentar pedagógicamente, pero cualquiera puede descalificar, insultar, invisibilizar (pág. 257)

El autor de "Crónica de un devenir" señala que el tiempo y el azar construyen poco a poco un puzle sobre el que no tenemos control, de configuración impredecible, en el que cada pieza importa, en el que todo es parte de los que somos. Otra importante influencia es el musical “Follies” de Stephen Sondheim y James Goldman. Caminos no tomados, deseos aparcados, renuncias y frustraciones, todo coexiste en esta obra que nos recuerda que ninguna vida es perfecta. 

Finalizo este espacio resumiendo el sentir de Alberto Mira sobre este libro en el que intenta mirar con ternura el pasado y ofrecerlo como reflexión sobre el presente. La música, las palabras y la visión de otros autores han moldeado toda su experiencia vital.

Alberto Mira (Alzira, 1965)

www.albertomira.com

Es profesor de estudios cinematográficos en la Universidad Oxford Brookes. Además de "Crónica de un devenir" ha publicado en la editorial Egales: 

  • "De Sodoma a Chueca" (2004)
  • "Londres para corazones despistados" (2005)
  • "Como la tentación" (2007) 
  • "Miradas insumisas" (2008)

Sus referentes en cultura gay son Richard Dyer, Paul Julian Smith, Eve Sedgwick o Michael Foucalt y se ve reflejado en el  mundo de gente como Terenci Moix, Stephen Sondheim, Pedro Almodóvar, Cole Porter, Manuel Puig, Oscar Wilde, Henry James, Walt Disney o Jean Genet.



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