"Ordesa", de Manuel Vilas


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Mi encuentro con la última edición de "Ordesa" del escritor Manuel Vilas (Barbastro, 1962) estaba predestinado. Al conocer a Marta Robles, en la Fiera del Libro en Lanzarote, con ocasión de la presentación de su libro Lo que la primavera hace con los cerezos, surgió en la conversación la obra literaria de Manuel Vilas. Le comenté a Marta que había leído “Nosotros” y “Alegría” (ambas forman parte de este blog) y me indicó también otra novela relevante, “Ordesa”. Será la próxima que lea- le aseguré- tras las historias de amor y desamor de grandes creadores.   

En agosto, mirando la sección de libros de un supermercado cercano a casa, me fijé en la portada amarilla de la publicación especial 5º aniversario de “Ordesa”. Su color remite a un estado visual del alma. No tuve la menor duda, me estaba esperando. La verdad es que su título me transportaba con agrado al entorno natural privilegiado del valle pirenaico. No sabía todavía la narración íntima y textos inéditos del autor que contenía. Tampoco los sentimientos que en mí iban a generar. 

Manuel Vilas explica que en esta edición conmemorativa se ha incorporado al final el capítulo “Hostal Don Juan”, correspondiente al nombre de un pequeño establecimiento hotelero cercano a la playa de Cambrils, en la costa mediterránea de Tarragona. Un lugar donde la familia disfrutó varios veranos en los primeros años de la década de los setenta. Este recuerdo biográfico es esencial como se comprobará a lo largo de esta reflexión. 

Manuel Vilas

El autor confiesa la preocupación que experimenta por la ingravidez de su paso por el mundo. Este hecho motivó que volviera a pensar en su padre y la necesidad de regresar a las conversaciones valiosas mantenidas con él. Es en mayo de 2015 cuando Vilas comienza este libro, una manera de dar salida a multitud de mensajes que habitaban en su interior y debían ser liberados.

“Ordesa” es un relato sincero, nostálgico y doliente de la vida del escritor, no exento de toques de humor. La soledad y la sensación de culpa envuelven a la familia, protagonista del pasado, presente y futuro de sus páginas. Se advierte el vacío inmenso del silencio, el desmoronamiento de la ternura, el terror a los ataques de ira y el desamparo.

De la infancia Vilas destaca la ausencia de la abuela paterna a cuyo entierro ni siquiera acudió su padre. Relativo a la madurez, cita en el mismo año 2014 la muerte de su madre mientras dormía (aquejada de enfermedades que no supo entender, quizá debido a su caos narrativo) y su divorcio. El desorden, los ansiolíticos y el polvo entran desde entonces en su apartamento. 

Es frecuente la aseveración del autor sobre la condición de familia de clase baja a la que pertenece, una pobreza que le hacía temblar de miedo. Manuel Vilas cursa estudios universitarios de Lengua y Literatura aprobando la oposición a profesor de enseñanza secundaria el 1 de octubre de 1991. En la página 53, el escritor describe su primera experiencia en un instituto de FP con alumnado de grupos como el de electricidad, peluquería y auxiliares administrativas. Con ironía menciona que pasó 23 años explicando la tilde diacrítica hasta que decidió abandonar la estabilidad que le proporcionaba una nómina mensual por la vocación de escritor o vivir del viento.

Manuel Vilas describe la sensación de percibir a sus padres, aun estando muertos, como minúsculas moléculas fantasmales que le acarician el pelo o a través de un olor, una imagen o un objeto. Con especial cariño recuerda a su madre comiendo fruta temprano en los veranos durante 40 años, un hecho ya inmortal. Reitera el latente sentimiento de culpabilidad por no haber estado cerca de ellos cuando se hicieron ancianos o al irse a vivir fuera de Barbastro. Por cierto, el escritor decide utilizar nombres de reconocidos músicos asociados a la familia. Así su padre es Juan Sebastián Bach, su madre Wagner y sus hijos, Vivaldi y Brahms.

Asimismo, el autor nos habla también de etapas personales muy serias como la adicción al alcohol (hasta que logró dejar de beber el 9 de junio de 2014) y fases de hipocondría que transforman dolores de cabeza en tumores cerebrales. En las páginas de “Ordesa” se vislumbra la falta de ternura, el desarraigo, la carencia de besos y abrazos y pocas fotos familiares, dificultad añadida para saber quiénes fueron sus padres. El gran interés que tiene por ese vínculo lo manifiesta con las siguientes palabras:

me gusta mucho que los amigos me cuenten la vida de sus padres. De repente soy todo oídos. Puedo verlos. Puedo ver a esos padres, luchando por sus hijos. Esa lucha es la cosa más hermosa del mundo. Dios, qué hermosa es.


Vilas aborda la adolescencia y cómo repercute esta etapa en su vida. La escasa conversación con sus hijos en esa edad en la que no quieren comunicarse con sus progenitores tal fue también su propio caso, rehuyendo el contacto físico con sus padres y rozando la ingratitud. Define a su familia con el término “disfuncional” caracterizada por la cadena de frialdad heredada donde nunca se pronunció “te quiero”. Su padre era un ser tímido, enigmático, silencioso y elegante quien al no decirle realmente quién era estaba forjando este libro (página 220). De su madre recibe el don de ver a los muertos y otras coincidencias genéticas como el instinto, la impaciencia y la superstición. 

Las líneas dedicadas a la felicidad son escasas, sin embargo están contempladas y recreadas con los ojos ilusionantes de un niño. Bien referidas a aquel verano de 1969, en el que su padre conducía un Seat 850 llevando a la familia al valle de Ordesa, o a las vacaciones en el Hostal Don Juan en el pueblo de Cambrils, Tarragona, un año o dos antes. Momentos de alegría y júbilo. Época de prosperidad familiar. Derroche de entusiasmo que refleja el único y verdadero patrimonio de Manuel Vilas en aquellos años en los que el amor abrazaba sus vidas infantiles. 

Gracias, Marta Robles, por haberme guiado en esta lectura. En ella hay bastantes similitudes biográficas. Soy también profesora de enseñanza secundaria (Formación Profesional) y desgraciadamente mis padres también han muerto solos. De hecho, mi madre en 2014, el mismo año que la madre de Manuel Vilas. Hace tiempo que he descubierto la existencia de ese camino que permite a los muertos estar con los vivos y es lo que mantiene mi fortaleza diaria.

Nota: Ordesa posee el reconocimiento como mejor libro año 2018 por Babelia (El País),  Premio al Libro Altoaragonés 2018, Libro recomendado por La Esfera (El Mundo), Premio Artes & Letras de Literatura (El Heraldo) y Premio Fermina Étranger 2019. 

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"Para mi la escritura es un camino espiritual" (Rosa Montero) "Viviendo rodeados de señales, nosotros mismos somos un sistema de señales"(José Saramago) "Sólo cabe progresar cuando se piensa en grande, sólo es posible avanzar cuando se mira lejos" (Ortega y Gasset) "Concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las que sí puedo y la sabiduría para establecer esta diferencia" (Epicteto) "La ingratitud es el precio al favor inmerecido" (Ignacio Manuel Altamirano) "Se viaja para contemplar con los propios ojos la ciudad apetecida y saborear en la realidad el encanto de lo soñado" (Marcel Proust) "Pero cuando nada subsiste ya de un pasado antiguo, cuando han muerto los seres y se han derrumbado las cosas, solos, más frágiles, más vivos, más inmateriales, más persistentes y fieles que nunca, el olor y el sabor perduran mucho más, y recuerdan, y aguardan, y esperan sobre las ruinas de todo, y soportan sin doblegarse en su impalpable gotita el edificio enorme del recuerdo"

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